Una visita guiada es siempre una experiencia enriquecedora para los que asisten a ella. En este caso, conocer la obra de un artista descrita por él mismo, es un placer, y ayuda a comprender la creación en su totalidad, el porqué de su desarrollo, el proceso que el pintor ha tenido hasta llegar a ella, lo que le ha motivado, lo que le horroriza, lo que ha eliminado, la elección de unos colores u otros, todo ello completa la idea que nos transmite una pintura, en general, una obra artística.

El pasado día 25 esto es lo que sucedió en el Colegio de Arquitectos. El pintor Enrique Demetrio mantuvo, con los asistentes al evento, un diálogo entre público, artista y obra. Y así, sin necesidad de conocer al autor, podías disfrutar de la charla que daba en respuesta a las preguntas de los asistentes, enriquecidas por el ideario del pintor, y por las conversaciones que surgían entre unos y otros, favoreciendo la mirada de los espectadores al desarrollo creativo de Demetrio, que tuvo la oportunidad de escuchar y conocer las opiniones de los asistentes, una dirección de información poco usual en el proceso creador. De esta manera, el público adquiere criterios a los que no puede acceder sin este diálogo y que le ayudan a comprender la obra y ampliar el placer de la visita. Lo mismo que el artista puede conocer el efecto que su obra provoca en el público y así analizar si su experiencia es transmitida en un lenguaje compartido, o ha de revisar el canal de comunicación que son sus pinturas.

Es esta una exposición en la que muestra la complejidad del proceso entre el desarrollo de una idea a otra, que en ningún momento puede ser un desfallecimiento de la primera, y aparición espontánea de la segunda. El camino de una a otra se va justificando en sí mismo, va desapareciendo una mientras nace la otra en su lugar. Y esa historia de fluidez, es la que muestra esta exposición Latidos.

Con este evento Demetrio se desnuda ante todos y enseña su metamorfosis, desde la combinación entre la fluidez del líquido impulsado por los “latidos” de sus corazones y los circuitos y conexiones del mundo tecnológico, hacia la tierra, la vegetación de nuestro paisaje, en este caso representado por la pita, que, si bien lleva tiempo haciendo guiños en la obra de Enrique, parece ser que la tendremos como protagonista de un nuevo proceso creativo a desarrollar. No es una obra realista, es una figuración con diferentes grados de iconicidad. Una conversación no solo con la idea, también con el soporte, al que en ocasiones castiga pero en la que ha llegado a tratar las texturas en comunión con las ideas.