Cinco sesiones que desmontan la versión de Ana Julia Quezada

tribunales | juicio por la muerte de gabriel cruz

La acusada insiste en que la muerte se debió a un accidente, algo que ponen en duda las horas posteriores al crimen, las grabaciones, los informes de la autopsia y las contradicciones

Ana Julia Quezada se tapa la cara con las manos durante el juicio. / Rafa González
Rafael Espino

15 de septiembre 2019 - 07:15

Almería/Ana Julia Quezada intenta eludir la prisión permanente revisable que pide para ella la acusación particular y la Fiscalía. Desde el primer momento, la acusada asume que mató al pequeño Gabriel Cruz, pero que fue un simple accidente. Argumenta que no tenía nada planeado, que todo surgió en la finca de Rodalquilar, que preparaba para irse a vivir con su ex pareja y padre de Gabriel, Ángel Cruz. Insiste en que el menor cogió un hacha, que ella se lo reprendió y que éste comenzó a insultarla. "Para que se callara, le tapé la boca y no recuerdo nada más".

Cuando Quezada le quitó las manos, Gabriel estaba muy cerca de la muerte. Pero ella no hizo nada más, no llamó al 061 ni a ninguna otra persona o conocido que la ayudara. "Si se trata de un accidente se llama al 061, no te quedas pintando una puerta", relataba Francisco Torres, abogado de la acusación, durante la vista oral de Quezada. De su relato se extrae que el pequeño estuvo sufriendo en torno a una hora.

Quezada ha explicado que no hubo nada premeditado. Que se asustó al ver al niño sin vida y que cogió una pala y un rastrillo que estaban en la finca para enterrarlo junto a un aljibe.

Sin embargo, la declaración de los testigos, agentes de la Guardia Civil y peritos ponen muy en duda su versión. Sobre todo la testificación del hermano de Ángel Cruz, quien ha asegurado frente al juez y el jurado popular que las herramientas utilizadas nunca estuvieron en la finca.

Francisco Cruz reveló que, de hecho, pasaron parte de la noche del 28 de febrero, después de la muerte del niño, que se produjo en la tarde del día anterior en la finca de Rodalquilar, y que allí le llamó la atención que hubiese una pala, un rastrillo y una pala plana "muy bien ordenadas, puestas en línea".

Sostuvo además que dichas herramientas no eran suyas o de su hermano, que reconocía una pala perteneciente a otro cortijo que se vendió años atrás, pero que las herramientas de esta finca habían permanecido siempre en la casa de su madre en Las Hortichuelas Bajas. "Ángel normalmente nunca tiene herramientas allí", añadió el hermano del padre de Gabriel.

Quezada dijo incluso que puso la camiseta en el lugar donde su ex marido solía sacar a pasear a los perros, cerca de donde vive, porque quería que la atraparan. Ahí fue donde los agentes se dieron cuenta de que la culpable podría estar dentro de la familia. Le colocaron un artilugio de rastreo y colocaron grabadoras en su automóvil. Por ello supieron que casi todos los días en los que se estableció el operativo de búsqueda ella acudió a la finca de Rodalquilar.

Hasta allí la siguieron, vieron cómo desenterraba el cuerpo del pequeño y procedía a su traslado a la casa de Vícar que compartía con Ángel Cruz. Según la acusada, la intención era escribir dos cartas de perdón para su hija y para Ángel y después suicidarse con unas pastillas.

Sin embargo, las grabaciones logradas por la Guardia Civil desmontan también esta teoría. Pues en estas, Quezada deja claro que su intención era cambiar de ubicación el cuerpo del menor al verse ya rodeada por los agentes y los medios de comunicación.

"Tranquila, Ana, no vas a ir a la cárcel" o "y ahora qué hago yo con esto, lo planto en un invernadero?", son algunas de las frases captadas por la Guardia Civil mediante el sistema de grabación que colocaron en el vehículo de la acusada. "¿No querían un pescaíto? Pues lo van a tener", llegó a decir la acusada.

En todo momento supieron su posición

Dicen los agentes que Quezada llegó a manchar con barro la camiseta que encontró y que ella misma había llevado hasta una zona próxima a donde su ex pareja paseaba los perros cerca de su vivienda. Fue ahí cuando la Guardia Civil decidió seguir todos sus pasos. La siguieron telemáticamente y le instalaron grabadoras en su automóvil. Supieron todos y cada uno de sus movimientos, llegando a situar el momento en que fue a tirar la ropa que le había quitado al menor. Fue seis días antes de que la detuvieran. Lo hizo en Retamar. Dos agentes de la Policía Judicial de la Comandancia de Almería señalaron en el juicio que ya en la primera declaración de la acusada, realizada el 27 de marzo del año pasado, día de la desaparición del niño, hubo una serie de "circunstancias" que "llamaron la atención" sobre ella. Explicaron que la mañana del 5 de marzo se les comunicó que la investigada había abandonado la casa de la abuela de Gabriel en el coche del padre del menor con la excusa de ir a tomarse un café en Campohermoso, en Níjar. "Atravesó Campohermoso a velocidad alta, cogió la autovía y fue a Retamar, callejeando sin sentido, no conocía el lugar, constatamos que se perdió. No pudimos constatar qué había ido a hacer allí, pero no tenía sentido, había mentido a la familia, ido a Retamar y vuelto a gran velocidad, y luego se paró en Campohermoso a tomar café". Tras su detención supieron el motivo de "este viaje relámpago". Con la concesionaria del servicio de recogida inspeccionaron durante dos horas "uno a uno" los contenedores de vidrio que aparecían en el recorrido realizado días antes por Quezada, hasta dar con la ropa de Gabriel.

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