La vida de Miguel Gil Gil, un emigrante de Alboloduy que alcanzó su sueño

Trabajó de orfebre en Madrid y luego diseñó la corona de espinas del Cristo de la Humildad

Foto de Miguel
Foto de Miguel / Javier Cortés
Javier Cortés

08 de julio 2019 - 05:00

Miguel Gil posando en la Avenida del Mediterráneo
Miguel Gil posando en la Avenida del Mediterráneo / Javier Cortés

En los años de posguerra en nuestro país, miles de almerienses se marchaban muy jóvenes hacia otras zonas del país o incluso fuera. Una de ellas era Miguel Gil Gil que con 13 años se fue de su Alboloduy natal para ganarse la vida en Madrid, allá por 1952. Sin apenas conocimiento, ya que en la escuela, según él, por esa época solo aprendió a cantar el “cara el sol” y a rezar. No sabía leer ni escribir. Su llegada a Madrid hizo que todo cambiara y que gracias a un tío suyo que vivía por allí y tenía un taller de joyería aprendiera el oficio. Al descubrir las inquietudes de Miguel, le apuntaron a una academia de arte, donde aprendería nociones básicas de dibujo y a diseñar figuras.

En ese momento empezó a especializarse y se dio cuenta de que hacer modelación de figuras le gustaba pero no le llenaba. Lo suyo era el arte en relación a las joyas. Mientras aprendía este trabajo se convirtió en el chico de los recados y de vez en cuando daba rienda suelta a lo que de verdad le entusiasmaba como era el dibujo, que luego le permitiría trabajar en la orfebrería. Empezó haciendo joyas sencillas hasta evolucionar e ir creando auténticas obras de arte tanto civiles cómo religiosas.

Más adelante, se dedicó a trabajar para una casa de antigüedades. Miguel ya se había especializado para entonces en pendientes, broches y sortijas. Y es que siempre que ha podido ha innovado en los detalles y las formas. También aprendió a valorar el arte y a ser crítico con el. Le gustaba Picasso pero el que más le emocionaba era Velázquez por tratar de plasmar pinturas realistas.

Los inicios fueron duros pero dieron sus frutos y quiso aprovecharlo para regalar unos objetos a las personas que más quería: “La primera joya que recuerdo haber hecho fue para mi madre unos pendientes de rubí, y a mi abuela una cruz con perlas”. La última que ha hecho tiene relación con Alboloduy y es la corona de espinas del Cristo de la Humildad y la corona de la Virgen de la Purísima. Siempre ha tenido en su corazón a Alboloduy y era un buen regalo para su pueblo.

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