El premonitorio abrazo como despedida del Mediterráneo a la afición del Almería
UD Almería
Un año se cumple este domingo 7 de marzo desde que el estadio, a eso de las once de la noche, sintiera por última vez calor desde el graderío
Rueda de prensa de José Gomes
Trescientos sesenta y tres días desde que el Mediterráneo cerrara sus puertas de tribuna, preferencia y fondo. 2020 había bisiesto, pero las 24 horas de más ya habían tenido lugar, precisamente cuando en Almería se detectó el primer covídico oficial, pero se hacían las primeras PCR porque había pacientes que presentaban los síntomas de esa neumonía de Wuhan. Los trescientos sesenta y cinco se cumplen mañana, domingo 7 de marzo de 2021.
A eso de las once de la noche, más o menos a la misma hora que estará terminando el partido del conjunto de Gomes en Montilivi, los últimos aficionados abandonaban su asiento del Mediterráneo. Darwin, goleador de la noche, se abrazaba a los aficionados de la curiosa peña de Turki que comenzó a seguir al equipo en Fuenlabrada. Un gesto de alegría tras ver cortada la mala racha, inocente ante lo que se avecinaba, para echarse las manos a la cabeza con la perspectiva que da el tiempo.
Tres puntos de oro frente a un Deportivo de La Coruña en el que militaba Aketxe. Una placentera noche de sábado y un domingo sin fútbol, perfecto para salir a comer a la provincia, hacer deporte o irse de tapas. Lo normal, lo habitual, la rutina de cada fin de semana. No hubo una mirada atrás al salir por el vomitorio, nadie tuvo un sentimiento de añoranza especial. Normal, tocaba esperar catorce días para regresar al Mediterráneo a ver a Las Palmas, tras visita al Albacete.
“¿Coronavirus? Eso a Almería no llega”, era la respuesta en más de una tertulia en el calentamiento de los rojiblancos de aquella fresca noche de finales del pasado invierno. Vaya si llegó, posiblemente ya había llegado y más de uno estaba en las gradas, con o sin tos, portando la dichosa COVID-19.
El domingo no hubo demasiado alerta social. El filial había ganado 3-1 al Vélez y se quedaba a las puertas de entrar en la promoción de ascenso a Segunda División B. Pero el lunes se cerraron ésas y todas las puertas del mundo del deporte español. En un abrir y cerrar de ojos, todo se descontroló en España. Caos, histeria y miedo ante lo que se avecinaba. Como los últimos minutos del Almería jugándose el descenso en Lugo, pero por desgracia con la salud de la gente en juego. Ante ello, cerradas las puertas de los estadios hasta la fecha y de los hogares por dos interminables meses.
Darwin hizo estallar de júbilo por última vez al Mediterráneo con el gol que redondeaba la última noche con público en el estadio. Corpas había sido el asistente. El jiennense sigue incombustible, le da igual que haya o no público, sus carreras y su verticalidad son igual de eficaces. Desde ese minuto 89, los goles se cantan en el palco VIP que se ha convertido el comedor de cada uno, puesto que tampoco se puede ver el fútbol en los bares.
El Mediterráneo está huérfano, se siente frío, es un pequeño hormiguero al que le faltan sus huéspedes habituales. Lleva casi un año sin nadie que haga vibrar sus entrañas a base de cánticos, saltos y, por qué no decirlo, algún que otro bocinazo que al final es la salsa del fútbol. Por el bien de la salud pública, de momento seguirá cerrado. ¡Quién sabe si cuando vuelva a abrir sus puertas a la afición lo hace para recibir al Madrid o el Barcelona en Primera División!
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