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Almería/En enero, pero de hace 27 años, un joven jugador del Rayo Vallecano llegaba cedido al Almería CF, equipo que militaba por aquel entonces en Segunda División. Con solo 21 años e internacional sub21 con la Selección española, aquel crío hacía las maletas por primera vez para dejar el club de su vida y buscarse las habichuelas en el sureste español en un conjunto entrenado por Uli Stielike, exjugador del Real Madrid, y que merodeaba la zona baja de la clasificación.
Ese futbolista era Míchel, el actual entrenador del Girona, próximo rival del Almería en el comienzo de la segunda vuelta y el técnico de moda del fútbol europeo. El artífice de un proyecto que ha logrado vencer este curso a Barcelona y Atlético de Madrid y se encuentra colíder en el campeonato liguero con el mismo puntaje que el Real Madrid.
El madrileño regresa a Almería como un maestro de los banquillos consolidado en la máxima categoría. Aquella que tuvo que dejar cuando llegó cedido al plantel almeriense en 1997 por falta de oportunidades. El joven Míchel debutó en O Couto el 19 de enero de ese año contra el Ourense, que a la postre sería el verdugo de ese Almería aquella temporada.
Los que lo vieron jugar esa media campaña recuerdan que era un jugador talentoso, muy técnico y con una zurda envidiable. Un perfil que actuaba en la mediapunta, posición que ha acabado perdiéndose en el fútbol actual, con desborde y un gran uno contra uno. Con un físico todavía por desarrollar, el vallecano era de esos futbolistas que hacían jugar al equipo.
Desde su llegada, se convirtió en un fijo para Stielike y, tras su despido, de Pedro Braojos, técnico con el que acabó la temporada el conjunto rojiblanco. En la segunda mitad de la temporada, el centrocampista sumó 18 encuentros jugados, 16 de ellos como titular, en las que sumó un gol. Ranko Popovic, defensor aquel curso del equipo, comentó hace unos años en Diari de Girona que le bautizaron como “el rey de las sotanas”, ya que en los rondos era un espectáculo verle hacer túneles “con una naturalidad y tranquilidad increíble”.
En la recta final del campeonato, Míchel estuvo ausente algunas jornadas por unos problemas en el pie que padeció en forma de hongos y que le impidieron entrenar con normalidad con el grupo. El joven futbolista se quedaba en el túnel de vestuarios, calzado con chanclas, siguiendo de cerca las sesiones de sus compañeros, como señalan algunos aficionados que rememoran aquellos días en los que se podían asistir a los entrenamientos del equipo.
Una temporada de amargo recuerdo para los seguidores almeriensistas ya que, después de perder las últimas cuatro jornadas ligueras, el equipo acabó descendiendo a Segunda División B. El duelo decisivo, contra el Ourense, equipo frente al que debutó Míchel, fue la última ocasión en la que el CF jugó un encuentro en el fútbol profesional. No sería hasta la reconversión en Unión Deportiva cuando se volvería a la categoría de plata.
Aquel dramático 15 de junio de 1997, el Almería, que comenzó perdiendo, igualó a la media hora con un tanto de penalti de Paniagua. Con todo de cara para voltear el resultado, y con Míchel como titular, los gallegos acabaron llevándose el gato al agua. El madrileño, con solo cinco meses de estancia en tierras almerienses, acabó marchándose al vestuario llorando por aquella derrota. Una primera lección de un fútbol que ahora le sonríe en su aventura fuera de Vallecas. Aunque siempre hubo una primera vez. Y esa fue en Almería.
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