UD ALMERÍA | LA PREVIA
El desembarco a Cartagena, el nuevo reto de un Almería en estado de gracia
UD ALMERÍA | Contracrónica
Almería/Con solo cinco jornadas disputadas sería atrevido establecer sentencias, pero la UD Almería empieza a describir un patrón muy peligroso. El equipo indálico muestra prematuramente síntomas preocupantes y se parece más de lo deseado al que la campaña pasada arrastró el escudo por los campos de Primera División. En el seno del club algunas voces, soterradamente, comienzan a creer que igual fue un error apostarlo todo a la carta de Rubi manteniendo el bloque fallido de la máxima categoría, pensando erróneamente que podía destacar en Segunda. El arranque liguero está dejando en mal lugar principalmente a los jugadores, cuya primera conjura del año quedando para comer en el Club de Mar ha resultado fallida, pero también a una dirección deportiva que lleva dos años dando palos de ciego.
El plan de actuación tras consumarse el descenso fue pujar fuerte para recuperar a un símbolo como Rubi en el banquillo. El movimiento mataba dos pájaros de un tiro. Por un lado calmaba temporalmente unas aguas que bajaban demasiado revueltas entre la masa social, que se sentía estafada tras el ridículo curso anterior, con la vuelta del 'hijo pródigo'. Por otro se hacían con uno de los técnicos más cotizados, con la experiencia de haber logrado ya un ascenso a las órdenes de los mismos jefes. La diferencia esta vez es que para conseguirlo se le presentó un contrato fuera del mercado de plata que, al rubricarlo, ata en exceso a las partes. A Rubi porque 3 millones brutos (1'5 netos) por cada uno de los 3 años firmados, a distribuir entre él y todo su staff, es una cantidad fuera del alcance del resto de compañeros de la división, lo que está derivando en mantener un perfil bajo ante los escasos movimientos de mercado. Y al club porque con el límite salarial rebasado sería un desastre que el equipo entrase en barrena y la afición pidiera pronto un recambio en el banquillo.
La hoja de ruta pasaba por vender a jugadores como Maximiano, Lopy, Baba o Pubill para cuadrar las cuentas y adquirir otros perfiles acordes a las demandas de la categoría, pero pocos asumieron que la devaluación de los futbolistas iba a propiciar que las ofertas que llegasen fueran todas a la baja. En ese contexto la UDA apenas pudo desprenderse de Largie Ramazani y César Montes porque se negó a malvender a activos como el meta luso, el mediocentro senegalés o el lateral diestro catalán. Si deportivamente las cosas no empiezan a funcionar pronto, el horizonte de cara a la ventana invernal de fichajes pinta nuevamente desolador, atados de pies y manos por una masa salarial mastodóntica.
Con esta endiablada dicotomía no queda otra que remar hacia adelante, pero entonces surge el problema del nivel de la plantilla. Resulta curioso que los entrenadores rivales repitan el sainete ya vivido durante la 2023-2024 de elogiar la presunta calidad de un vestuario que todavía no ha demostrado nada. Lo han hecho todos y cada uno de los contrarios este año, el último el neerlandés Dick Schreuder, que lo comentó en la previa del partido y también después de endosarles un sonrojante 2-5 (bien pudo ser un 5-2 mostrando un mínimo acierto realizador en el primer acto), algo que sonó a mofa en sala de prensa (por más que no fuera su intención). El desliz en Elda parece que no sirvió como la necesaria cura de humildad de un plantel con el ego desmedido que sigue creyéndose más de lo que es por el mero hecho de contar con los salarios más altos de Segunda. La realidad es que esas nóminas desorbitadas no están demostrando nada en el campo. Al revés, son un acicate más para que los adversarios jueguen siempre con el cuchillo entre los dientes.
El resultado, al menos durante este incipiente inicio de curso, es un equipo sin alma, carente de carácter, personalidad y amor propio, cualidades fundamentales para sobrevivir en una categoría tan compleja como Segunda. Y eso no son fundamentos que puedan mejorarse en los entrenamientos, se tienen o no se tienen. Rubi se desgañitó preparando entrenamientos de primer nivel (quien suscribe lo vio in situ en el anexo) para plantear la visita del Castellón, pero luego la puesta en escena de sus discípulos fue deficiente, para echarse a llorar. Primero mostrando una falta de pegada en área rival imprompia de futbolistas profesionales y concatenando después una ristra de fiascos defensivos más propios de etapas formativas. Lo peor de todo es que llueve sobre mojado. La pareja Chumi-Kaiky no es nada fiable, pero misteriosamente Radovanovic no ha disputado ni un solo minuto hasta la fecha. Centelles defensivamente es un flan, pero juega por delante de Langa. Tal vez Rubi quisiera confiar de inicio en quienes más conocía de su anterior etapa, pero es hora de que vaya implementando los cambios que necesita el equipo. Lo peor es que ni eso garantiza una mejora.
Luego existen otros problemas de raíz, como la inusitada falta de elaboración en la sala de máquinas. Édgar está inhabilitado por su extrema lentitud a jugar como pivote posicional. De la Hoz no era precisamente un dechado de velocidad, pero desarrollaba su labor de contención en la zona ancha a las mil maravillas gracias a su inteligente posicionamiento. Al futbolista catalán, sin embargo, se le ve constantemente superado por la situación, preso de una constitución física robótica. Lo malo es que sus actuaciones como central casi que han sido peores. A esto se añade que Lucas Robertone no atraviesa por su mejor momento por culpa de un hombro que se le desencaja jornada tras jornada y le provoca jugar limitado. Rubi dijo que iban a intentar aguantar la operación hasta diciembre, pero quizá sería recomendable que el argentino pase cuanto antes por el quirófano. Pero claro, con el canterano Marcos Peña enviado de la noche a la mañana al Marbella, tampoco es una garantía que la dupla Baba-Lopy vaya a mejorar la situación. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Y sin una media sólida difícilmente la delantera podrá brillar. Nico Melamed, el único refuerzo veraniego, hace lo que puede hasta el momento, contagiándose de una inusitada falta de acierto rematador a nivel colectivo. En esa plaga también parece haber caído quien estaba llamado a liderar ofensivamente a este equipo y por quien el club hizo un esfuerzo importante en retener: Luis Suárez. Al colombiano se le ve ansioso por el gol y errático en la definición, si bien en su caso al menos no puede reprochársele que lo intente sin descanso en cada aproximación a la meta contraria. Rubi está trabajando también para potenciar el perfil goleador de Arribas, pero hasta la fecha la suerte no ha estado de cara. Como conclusión es evidente que el equipo empieza a desprender un insoportable tufo a muerto que solo podrá desquitarse a base de mucho trabajo, dejando los egos aparcados y con la sapiencia de Rubi en la dirección. A la afición, lógicamente mosqueada, volverá a tocarle armarse de paciencia.
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