El Almería más disfuncional y el problemón de un vestuario desnaturalizado
UD ALMERÍA | Contracrónica
El equipo ha sido incapaz de ganar ninguno de los cuatro partidos que levantó tras ir perdiendo 2-0 y la caseta se ve cada vez más desmoralizada
Rubi, al borde de su fracaso
Almería/La Unión Deportiva Almeríavolvió a las andadas en Oviedo. El equipo más goleado de la categoría de plata (18 tantos encajados en 9 partidos, a una media de 2 por encuentro) parecía encaminarse por la senda correcta tras la victoria contra el Burgos y más concretamente por la forma en la que se había producido, gracias a los reajustes tácticos introducidos por parte de Rubi y tirando de heroica para ganar en inferioridad numérica. El equipo por fin había mostrado actitud además de aptitud y parecía vislumbrarse en el horizonte el enésimo punto de inflexión. Nada más lejos de la realidad. El técnico regaló dos días de descanso al plantel por el esfuerzo realizado y en el arranque del Carlos Tartiere reapareció la relajación. Hay grupos con los que no se puede bajar el pistón.
Fueron veinte minutos para olvidar en los que emergieron todos los fantasmas en forma de falta de tensión competitiva, lagunas defensivas inexplicables en la defensa de las acciones a balón parado y los centros laterales y escasez de ayudas por parte de los extremos para frenar las acometidas por banda del rival. Una nueva feria de los horrores que vuelve a poner en tela de juicio que este equipo tenga la pulsión suficiente para sobrevivir en Segunda División. Y luego, una vez más cuando todo parecía que se iba por el sumidero, una reacción estéril que dio incluso para igualar la contienda en inferioridad gracias a un superlativo Luis Suárez para acabar, como siempre, muriendo en la orilla por culpa de otra falta de atención defensiva, en este caso de Édgar en la marca sobre Alemao, más propia de categorías base.
Es este Almería un equipo disfuncional por muchos motivos. El primero de ellos lo explica el hecho de que haya sido incapaz de ganar ninguno de los cuatro duelos que fue perdiendo por 2-0 y logró igualar, cediendo la derrota en dos de ellos (Levante y Oviedo) y rascando apenas un empate en otros dos (Racing de Santander y Eibar). Lo que se gana con un buen despliegue ofensivo (Suárez es ya con 5 dianas el tercer máximo realizador de Segunda) se pierde con un calamitoso repliegue defensivo en el que la terna de centrales está quedando particularmente señalada encuentro tras encuentro. Lo peor es que la enfermedad no va a encontrar remedio si el médico encargado de sanarla (Mohamed El Assy en este caso) sigue pensando que cuenta con los mejores especialistas de la división.
Pero con todos los inconvenientes arrastrados, el problemón mayúsculo que arrastra este equipo apunta a un vestuario desnaturalizado. Un colectivo que se ha acostumbrado a que la dirección deportiva convirtiese esa caseta en un mercado persa en el que todos tienen el cartel de 'se vende' y se saben aves de paso, lo que impide que a lo largo de los años hayan podido formarse grupos homogéneos en los que haya fraguado la amistad más allá de la relación puramente profesional. La primera semilla que hay que plantar en un vestuario es la confianza en el compañero que se sienta al lado y de eso este Almería no va precisamente sobrado, algo que luego se evidencia en los automatismos sobre el terreno de juego partido tras partido.
Con nueve jornadas ya disputadas, prácticamente un cuarto de la competición, empieza a parecer claro que la UDA puede ir olvidándose del objetivo de ascenso directo, quién sabe si la cosa dará para pelear el play-off, y centrarse en sumar cuanto antes los 50 puntos para evitar apuros innecesarios. Eso o ir larvando desde la secretaría técnica una pequeña revolución de cara al próximo mercado invernal que supondría malvender a algunos efectivos, ya de por sí minusvalorados, para construir un plantel acorde a lo que demanda la categoría. Para ello esta vez habrá que sortear además las limitaciones impuestas por tener la masa salarial desbordada. La entidad lleva dos largo años inmersa en una tormenta perfecta de la que no parece saber cómo salir.
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