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En la vida siempre hay que ver el lado positivo de las situaciones. Si por sistema nos pusiéramos a pensar en todo lo negativo caeríamos en un bucle interminable y poco recomendable. La llegada de Turki de hace un año fue súper positiva para la UDA, que bajo el mandato de Alfonso García navegaba a la deriva.
Tras la compra de la entidad, hubo poco tiempo para reestructurar la plantilla para una liga que comenzaba en solo dos semanas. Desde luego se necesitaban refuerzos para aspirar a algo más de media tabla, puesto que se ocupó la campaña anterior. Y eso que el equipo de Fran Fernández gozó de una preparación táctica y física suprema, pero se necesitaba un plus de calidad, la que se obtiene en el fútbol con inversión.
Aunar ambos conceptos, preparación óptima con calidad, te lleva al triunfo casi siempre, y más sin tener la obligación de lograr el primer puesto, de ser campeón para ascender. Ahí estuvo el quid de la cuestión. Ninguno de los cuatro entrenadores que estuvieron lograron esa amalgama entre actitud, aptitud y fondo físico que te asegura el éxito. Y digo cuatro porque me niego a incluir a Oscar Fernández, que nada tuvo que ver con Turki. Bajo la nueva propiedad han dirigido al Almería los cuatro entrenadores que sabemos de carrerilla. Es más, diría que casi fueron dos los que se han llevado el grueso de la preparación, porque una puesta a punto no se improvisa en dos o tres semanas.
Puede que Pedro Emanuel fuera el que más se acercó al objetivo de mantener el grupo más cohesionado, pero no se puede olvidar el pésimo estado físico de la plantilla después de su marcha. Con Guti se echó en falta más rigor táctico, y así hasta llegar a la situación actual con un grupo de jugadores muy interesante, pero destrozados en todos los sentidos por la falta de una preparación adecuada. En nada ayudó el hecho de no poder entrenar con normalidad desde hace bastantes semanas, unido a las bajas sensibles por unas o por otras circunstancias, como la de Fernando.
Con todo lo expuesto, sigo pensando que no hubo en esta campaña en Segunda una plantilla superior a la de la UDA, pese a las prisas de agosto del año pasado y el desacertado mercado de invierno mediatizado por el tope salarial. Sin embargo, hemos visto cómo solo tres o cuatro jugadores del Girona bien posicionados y conjuntados (aunque uno de ellos fuera Stuani) pudieron desarbolar a toda una plantilla rojiblanca superior, que corría como pollos sin cabeza, sin rigor táctico y con el tanque físico en la reserva. Es cierto que el Girona ha podido entrenar con normalidad durante el último mes, frente a los parones que tuvo que soportar a su llegada José Gomes, pero el problema ya venía de atrás.
Como indicaba al comienzo, ese lado positivo al que siempre hay que mirar nos guía de cara al próximo proyecto, en el que se deben de solucionar los problemas acaecidos por malas decisiones, sobre todo a la hora de dar con preparador idóneo. No es lo mismo entrar en la élite con unas bases quebradizas, que llegar con los cimientos firmes. Mejor dar un paso atrás, para dar con firmeza dos adelante. Toca esperar, corregir errores y ordenar con perspicacia todo el poderío de nuestra entidad, que por fortuna es enorme.
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