UD ALMERÍA | EL ACTA DE VIVANCOS
Lo difícil no es llegar, sino mantenerse
Crónica del Lugo-UD Almería
lugo/Si la Unión Deportiva Almería fuese un ser vivo y no una sociedad anónima deportiva, sería un gato. Cada año, gasta una vida. Hace piruetas que parecen imposibles y al final siempre cae de pie. Por cerca que esté el suelo, consigue hacer una torsión total de su columna vertebral y se da la vuelta en un espacio en el que físicamente no cabe. Es un desafío total a la lógica y la suerte el que plantea temporada tras temporada Alfonso García, al que se le alinean todos los astros en la última jornada de Liga. Sin embargo, como todo en la vida, los felinos también son mortales.
La Unión Deportiva Almería revive en Galicia, la misma tierra que alumbró su nacimiento como club de Segunda División hace ahora dieciséis temporadas. En Pasarón, estadio del histórico Pontevedra, se escribió una de las primeras y más maravillosas páginas del club. La gente de todas las edades habla de aquel partido casi de forma mitológica. Ahora, 160 kilómetros en dirección norte, los rojiblancos se han empadronado deportivamente en otra ciudad gallega, que formará parte de sus batallitas dentro de algunas temporadas. En el Anxo Carro de Lugo la angustia dio paso a una felicidad merecida para la afición y relativa para un club que no puede seguir mendigando de esta manera.
Y qué mejor ejemplo para copiar que el propio equipo lucense. Un club con aspiraciones humildes, con una plantilla aseada y que nunca pasa calamidades al final de temporada. Un gran partido, todo lo que desearía una madre como pretendiente para su hija. Todo lo contrario a un Almería que se ha vuelto un viejo avaro gruñón, que ni tiene amigos ni hace por mejorar su carisma. Mucho tiene que cambiar el conjunto rojiblanco, sea con Alfonso García, sea con los nuevos dueños si finalmente se concreta la venta del club. Los años de creerse el Villarreal ya han terminado, es el momento de centrar cabeza, apostar por una filosofía más asequible para esta entidad y, sobre todo, rodearse de gente de fútbol y capaz de confeccionar una plantilla de garantías.En Galicia todo se ve distinto desde la óptica almeriense, es su segunda casa, a terra dos milagres, su Santuario de Fátima donde debe de ir cada cierto tipo a expiar sus pecados. Ha tenido que regresar la UDA al comienzo de todo para darse cuenta de que esto no puede continuar así.
Cuando se ha visto que el agua le cubría ya la cocorota, ha recurrido a las meigas en busca de un conjuro que lo saque de este penoso encantamiento.Lo malo, o lo peor, fue la forma en la que los almerienses saltaron al terreno de juego. No le vas a pedir a un equipo que no ha jugado bien en toda la temporada, que lo haga en el último partido, pero sí que hubiera sido como mínimo deseable que los rojiblancos hubieran salido con mordiente para, por lo menos, meter en su área al Lugo. Enseñar los dientes, aunque no hubiera dentellada. Como hicieron Alcorcón, Córdoba, Nástic y Albacete en los primeros veinte minutos; como también hizo el Numancia ante la Cultural Leonesa, el último clavo ardiendo al que podía agarrarse el conjunto de Fran Fernández viendo cómo transcurría la jornada. Como en las anteriores semanas, todo se torcía demasiado pronto. Los resultados rivales elevaban la agonía a la máxima potencia y el juego del Almería, si se puede denominar juego a lo que hacía sobre el césped, no invitaba precisamente al optimismo. Por suerte, momentánea, la derrota del Cádiz permitía al Numancia mantener vivo el sueño de la promoción de ascenso y la Cultural caía al pozo al descanso.El raquítico punto que sumaban los almerienses en el Anxo Carro era seguir jugando con fuego. No con una cerilla, sino con una hoguera de San Juan. Un gol local ponía la cosa casi imposible, viendo la incapacidad total de los azulones ayer.
El Lugo prácticamente no quería llegar, le daba hasta vergüenza, pero el Almería estaba tan desaparecido y cometiendo tantos errores, que no le quedaba otra que avanzar y eso hacía temblar tanto al equipo como a los seguidores que tenían un nudo en la garganta.Todo parecía desbaratarse a la vuelta de los vestuarios, con un penalti que no fue de René. Si a un equipo tan castigado por las lesiones y tan flojo anímicamente, encima lo castigas de esta manera, el descenso parecía asegurado con el gol de Pita.Las lágrimas de René sacaron a relucir el lema de que el Almería nunca se rinde. No tiró la toalla, la Virgen del Mar saltó al césped para iluminar a dos jugadores de los que se esperaba muchísimo y no han hecho nada más que fabricar la jugada de la salvación: chutazo de Juan Muñoz al larguero y gol al rechace de Fidel. El empate valía. Valía para sufrir hasta el final, valía para que el corazón bombeara litros y litros de sangre, valía para que Galicia siguiera siendo la segunda casa rojiblanca, valía para que Francisco sacara más delanteros, valía para lograr la salvación más agónica de la historia de la UDA.
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