UD ALMERÍA | EL ACTA DE VIVANCOS
Lo difícil no es llegar, sino mantenerse
UD ALMERÍA | Análisis
Almería/Cuando un equipo pierde la categoría en el torneo de la regularidad y lo hace del modo que lo ha certificado la UD Almería (cinco jornadas antes del término de la competición) lo cierto es que la razón primordial es contundente: ha sido peor que los otros 19 rivales, como así atestigua desde hace bastante tiempo la clasificación. Acabar como uno de los peores colistas de la historia con apenas 14 puntos tras 33 partidos disputados lo explica todo a nivel global, pero ¿dónde empezó este desastre y cómo se ha desarrollado a lo largo del curso para llegar a este abismo? En este artículo intentamos aportar luz indicando diez claves para desentrañar las razones del tercer descenso en la historia del conjunto indálico, primero de la era Turki Al-Sheikh.
Rubi llegó agotado al final de la temporada 2022-2023, el desgaste para alcanzar la permanencia fue brutal. La consecuencia natural fue anunciar que no iba a continuar al frente del banquillo, decisión que encontró buena acogida entre la directiva rojiblanca, pues creían que la etapa del catalán, autor del tercer ascenso de la entidad a la máxima categoría, había tocado a su fin. La maquinaria para encontrar al mejor sustituto se puso en marcha, pero los planes no salieron como en un principio tenía planteados la dirección deportiva. Los candidatos iniciales fueron Andoni Iraola y García Pimienta, pero el primero priorizaba entrenar en el extranjero y el segundo esperaba la renovación con Las Palmas. De ahí el famoso plazo de diez días que El Assy anunció para desvelar al nuevo técnico, inclinándose finalmente por una opción que convencía a Turki (por el trabajo del valenciano en la liga saudí) pero no acababa de agradar a sus asesores.
Hace unos días hablaba con un empleado del club acerca de un detalle muy al arranque de la pretemporada que ya entonces evidenció síntomas preocupantes. Fue el amistoso ante un Málaga recién caído a Primera Federación. Cierto que la mayoría de las nuevas incorporaciones todavía no se habían producido, pero aquel bolo en el que se impusieron los malagueños con bastante solvencia encendió muchas alarmas. Era el mes de julio y quedaba mucho trabajo por delante, pero en los pasillos del Power Horse muchos hoy piensan que la planificación que hizo el staff de Vicente Moreno durante el stage de Marbella y a lo largo de toda la pretemporada dejó bastante que desear. El propio El Assy lo verbalizó tiempo después de destituir al de Massanassa en respuesta a los numerosos dardos que llegaban del entrenador a través de los medios de comunicación. Vino a reconocer que se habían equivocado apostando por él.
Todo aficionado rojiblanco sabe que la UDA es eminentemente un club vendedor. Es algo de lo que la propia directiva siempre ha presumido y hasta cierto punto es comprensible, dada la estrategia del jeque saudí de vender para crecer y, obviamente, para hacer negocio, no en vano además de ministro es empresario. Pero el pasado verano ese postulado quizá se llevase hasta el extremo. Fue un mercado frenético de compras y ventas en busca del salto europeo, pero también demasiado especulativo. El cénit fue la contratación de César Montes sobrepreciado el último día antes del cierre de la ventana. La vorágine de entradas y salidas impidió del mismo modo que el cuerpo técnico pudiera hilvanar una pretemporada mejor. La pescadilla que se muerde la cola. El mayor fracaso, con todo, es conducir a Segunda a un equipo que realizó la segunda mayor inversión de la LFP (52 millones de euros), solo superado por el Real Madrid, que va alzar el título.
El plantel de Rubi se salvó en la última jornada habiendo encajado la friolera de 65 goles (balance solo empeorado esa campaña por los descendidos Espanyol y Elche). Tras 33 jornadas disputadas, en la actualidad el equipo ya lleva en contra 67 dianas, un dato escalofriante. Que había que mejorar la retaguardia era una obviedad, pero la dirección deportiva falló con estrépito en la forma de hacerlo, facilitando (venta de Babic) o no impidiendo (regreso de Ely a su país) la salida de los dos baluartes del eje de la zaga y manteniendo, sin embargo, a quienes habían sido suplentes suyos: Chumi y Kaiky. No hay que tener el título de entrenador nacional para discernir que la situación demandaba firmar a dos centrales de nivel, pero manteniendo al serbio y al brasileño para incrementar la competencia en el puesto y mejorar por esa vía.
Una derivada del punto anterior es que la marcha de jugadores con carácter y jerarquía como Ely por su veteranía o el propio Samu Costa por su ejemplo en el campo dejó el vestuario convertido en un erial de futbolistas jóvenes y experimentados sin la personalidad necesaria para emerger en situaciones de crisis como las que se han vivido continuamente a lo largo de la temporada. No ha habido un Soriano que agarrase de la pechera a nadie cuando la situación lo requirió y eso provoca que el relax acabe invadiendo un grupo débil que acabó destrozado en el aspecto anímico al no saber reaccionar a la concatenación de golpes que le fueron cayendo. En resumen, faltó un líder al que seguir, un capitán sin brazalete, rol que intentaron asumir Embarba en un primer momento y luego Viera a su llegada, ya demasiado tarde.
Ya hemos apuntado que un descenso acaba explicándose por una acumulación de fallos en las decisiones y desgracias sobrevenidas. El problema con las lesiones fue un obús a la línea de flotación del equipo, que tuvo su punto de inflexión el día que perdió a Luis Suárez y la forma en la que se produjo aquel adiós. La directiva acababa de destituir a Vicente Moreno, dándole las riendas a Alberto Lasarte de forma interina mientras se decantaba por un sustituto. En ese contexto el Granada visitaba el Power Horse y todo estaba saliendo a pedir de boca con un 3-0 ante el cuadro nazarí con triplete del colombiano. El Granada acabó neutralizando el marcador y el ariete cafetero se lesionaba de gravedad. Fue como si un ejército perdiese a su general en la batalla. Desde entonces se palpó en el ambiente que ya nada iba a ser igual. A eso se sumó la lesión de su teórico sustituto, Ibrahima Koné, también de larga duración. Por no hablar de la larga lista de jugadores que pasaron por la enfermería en uno u otro momento del curso, prácticamente todo el plantel.
Obviamente la UDA no ha descendido por culpa de los arbitrajes, es algo que ya queda refrendado en los puntos anteriormente expuestos, pero no es menos cierto que un cúmulo de malas decisiones arbitrales influyeron en momentos determinados ante una posible reacción que fue frenada en seco. El caso más paradigmático, que tuvo resonancia mundial, aconteció con el episodio del 'robo' sufrido en el Santiago Bernabéu, pero no fue un hecho aislado, el equipo encajó otra serie de decisiones arbitrales adversas que mermaron su capacidad de reponerse a las adversidades. Sería injusto no poner este punto sobre la mesa como ya quedó reflejado en otro artículo de hace unos meses.
La buena o mala suerte, guste o no, es otro factor que incide en el devenir de la temporada de un equipo y al Almería esta temporada siempre le ha salido la cruz de la moneda. Alfonso García ya insinuó durante su mandato que sobre el club recaía una especie de mal de ojo y más de un directivo a lo largo del presente curso ha vuelto a sospechar que no era normal el cúmulo de circunstancias adversas que han tenido que afrontarse. La baraka, esa gracia especial divina que otras veces funcionó como el día de Leganés o el de Cornellá, en esta ocasión siempre estuvo de espaldas a la UDA. Este argumento de ser objeto de alguna maldición puede parecer algo metafísico, pero en clubes como el Benfica todavía resuenan las palabras de Bela Guttmann cada vez que pierden un título europeo.
"Prometo que nunca más volveremos a Segunda". Esas palabras de Mohamed El Assy, CEO del club, realizadas en el contexto festivo de un ascenso recién conseguido, han perseguido como una alargada sombra al dirigente egipcio durante todo este tiempo. Muchos aficionados llegaron a darle carta de naturaleza a una declaración que ni siquiera Florentino Pérez, Joan Laporta o Jon Uriarte, presidentes de las únicas entidades que nunca han perdido la Primera División (Real Madrid, Barça y Athletic Club) se habrían atrevido a realizar públicamente. Esa ambición desmedida con la lícita aspiración de conducir a la entidad por primera vez a Europa, unida a un discurso en el que siempre se ha echado en falta la humildad, se volvieron en contra de la directiva.
La afición, quizá el único estamento que ha estado a la altura con entradas que nunca bajaron de los 10.000 asistentes salvo el día que se concretó el descenso matemático, no acabó de entender que Turki Al-Sheikh, como propietario y presidente, nunca saliera a la palestra para lanzar un mensaje a la masa social. No solo eso, sino que el jeque saudí cortó sus continuas alusiones a la UDA en sus redes sociales. Pasó de presumir constantemente del equipo a un atronador silencio, evidenciando que no le gusta conjugar el verbo fracasar. A la celebración del ascenso en Butarque no faltó. Su foto con el primer título de la entidad en la categoría de plata o la del día que compartió su palco presidencial con Florentino en la primera visita madridista se hicieron virales en su día, pero su falta de mensajes este año dio pábulo a todo tipo de especulaciones que tampoco ayudaron en el día a día. Todos estos factores amalgamados aclaran un descenso merecido. Ahora solo queda confiar en que el club ejercerá la autocrítica y, como apuntó en el comunicado tras consumarse la pérdida de categoría, trabajará por volver lo antes posible a Primera.
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