La importancia de Daniel Luque
Séptimo festejo de Sanfermines
El gerenense dio una tarde plena de conocimiento y de un valor sin medida
Alejandro Talavante estuvo por encima del lote Juan Ortega dejó destellos de arte en su debut
Andrés Roca y Rey de Pamplona
Ficha de la corrida
Plaza de toros Monumental de Pamplona
GANADERÍA: Seis toros de Domingo Hernández, de desigual presentación y con el defecto generalizado de la falta de fuerza.
TOREROS: Alejandro Talavante, de blanco y oro, ovación y saludos. Daniel Luque, de turquesa y oro, petición de oreja tras aviso en ambos. Juan Ortega, de tabaco y azabache, silencio y palmas.
CUADRILLAS: Destacaron a pie Álvaro Montes, Iván García y Miguel Ángel Sánchez; a caballo, El Patilla y Manuel Quinta.
INCIDENCIAS: Tarde primaveral con fuerte chaparrón antes del paseíllo y con rachas de viento a lo largo de toda la tarde. Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’.
HABÍA llegado muy hondo el resultado de la corrida del miércoles y se esperaba con mucha expectación a dos debutantes en esta plaza. Era la primera vez que los garcigrande de Domingo Hernández se lidiaban en Pamplona y también debutaba Juan Ortega, que hacía el paseíllo destocado. Estábamos ante un cartel rematado y que en condiciones normales ya pondría el no hay billetes, pero es que en Pamplona es complicado que haya alguna tarde sin ese cartelito en las taquillas. El runrún de esta tarde giraba en torno a ese tsunami que atiende por Andrés Roca Rey y, además, se quería ver en acción a ese enemigo íntimo del peruano que es Daniel Luque, el torero más poderoso del escalafón. Por cierto, hagamos un paréntesis para hacernos eco del saludo que ambos se prodigaron el miércoles en el patio de caballos, lo que hace presagiar que verlos juntos en el mismo cartel puede ser más pronto que tarde.
El primer brote de pesimismo llegaría cuando recién levantada la lona protectora del ruedo surgió un diluvio que paró a la hora de comenzar el festejo. Y tras irse la lluvia llegó Eolo para mortificar a los toreros y birlarle al público la posibilidad de reeditar el triunfalismo de la tarde anterior. Y es que entre el viento, que surgía en molestísimas rachas, y el desesperante mal juego del ganado en su debut, la corrida sólo tuvo aspectos positivos para el muy iniciado; para ese ciudadano que siempre le encuentra a una corrida detalles al que agarrarse para combatir el aburrimiento. La suelta de Domingo Hernández llegó poco pareja; con su trapío propio de Pamplona, pero cada uno de su padre y de su madre, lo que no habla bien de la meticulosidad del ganadero. Y es que el mero hecho de que la corrida fuese para Pamplona no quiere decirse que se meta en el camión a los seis animales más grandes de la ganadería.
Y con este estado de cosas aparece Alejandro Talavante con un rictus de contento, como de venir a favor de querencia a una de sus plazas preferidas. Con el colorado Arrebato y tras ver que el capote no tiene hoy su tarde mejor inicia la faena con doblones genuflexo que llegaron mucho, pero el toro está cortito de raza y allí no pasa nada. Lo mata de estocada desprendida y a ver si en el toro de la merienda... Es también de pelo colorado, se llama Molinito y Alejandro lo recibe con un farol, después brinda a la plaza y se ve que su intención es claramente la de triunfar, pero el toro se defiende y Alejandro insiste con poco éxito y lo mata al encuentro. Como premio a la voluntad se produce una petición de oreja, leve, pero petición bastante inesperada.
Tarde importantísima la de Daniel Luque a pesar de no haber corte de trofeos, pero el gerenense reafirmó su condición de ser posiblemente el torero más poderoso del escalafón. Y como sería el lote que le tocó en desgracia que apenas pudo pegar un lance que mereciese la pena; si acaso, un quite por despegadas chicuelinas. Ya en la muleta, Daniel se las avió para exprimir a sus dos toros. Proyectando sus faenas desde la racionalidad, abriendo caminos de inicio con Loquito primero y con Ostentoso en quinto lugar, diseñó dos faenas desde el conocimiento enciclopédico y el valor sin tacha. Es más, si no hace guardia en el cuerpo de Loquito, una oreja, o dos, hubiesen ido a su esportón, pero la tarde de Daniel Luque fue para tenerla muy en cuenta.
Debutaba en esta plaza Juan Ortega y no se le puede achacar nada en su debe. Ni siquiera pudo pegarle un lance de los suyos a un lote desabrido. Manso perdido Genovés y de una gran irregularidad Lunático en sus embestidas, Juan salió de Pamplona dejando el recuerdo de dos torerísimos inicios de faena. En esos dos momentos Pamplona comprendió al trianero. Con esas trincheras para salirse con sus toros fuera de las rayas, Juan Ortega dejó buen sabor, pero la pregunta es si eso es suficiente para circular por el toreo de hogaño. Y colorín colorado, esta corrida no dio más de sí, pero hoy es esperado Andrés Roca Rey con los brazos abiertos.
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