Por qué la vacuna del coronavirus se pone en el brazo

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Por qué la vacuna del coronavirus se pone en el brazo
Redacción

21 de marzo 2021 - 09:55

Desde hace tres meses, miles de personas se están vacunando del coronavirus a lo largo y ancho del planeta y surge la pregunta de por qué las dosis se administran en el brazo y no vía nasal como está comenzando a realizarse en los Estados Unidos. Las recomendaciones desde las organizaciones internacionales o los numerosos colegios sanitarios y comités científicos es que se administre vía intramuscular, tal y como recoge la BBC.

Por ello, cuando una persona llega para vacunarse, la dosis se inyecta en el deltoides, un lugar del cuerpo donde hay mucho tejido o músculos para permitir la activación posterior de los anticuerpos contra el coronavirus. En esta parte, hay mucha vascularización, es decir, mucha sangre y, ello es fundamental porque hay una mayor presencia de células inmunes.

Las células recogen el ARN mensajero en el caso de las vacunas de Moderna o Pfizer o el ADN, en las dosis de Johnson & Johnson para llevarlas a la célula donde se hacen falta. Cuando se mueven por el cuerpo, lo que se pretende es que activen a las células T y B para que éstas ataquen al virus. El área del deltoide optimiza la activación de la respuesta inmune de la vacuna y disminuye las reacciones adversas en el lugar de la inyección.

Otras posibles zonas donde poner la vacuna

Existen otras partes del cuerpo, como los glúteos o los muslos donde también podrían ser efectivas por ser zonas donde hay músculos. Sin embargo, hay análisis que señalan que las capas de grasa de los glúteos no contienen las células apropiadas que son necesarias para iniciar la respuesta inmune. Asimismo, puede ocurrir que el antígeno puede tardar más en llegar a la circulación después de haber sido depositado en la grasa, lo que lleva a un retraso en la respuesta inmunitaria de la persona que se ha vacunado.

Otra característica para tener en cuenta a la hora de que se comprenda la vacunación en el brazo es que, a nivel de logística, resulta más práctico porque se pierde menos tiempo. Cuando se requiere vacunar a miles de millones de personas en el menor tiempo, como en una campaña de vacunación, el hecho de solo tenerse que levantarse una manga suele ser más efectivo, e incluso más práctico para una administración masiva de las dosis, tal y como hace falta en estos momentos.

Hay que recordar que para encontrar los lugares apropiados para inyectar las vacunas y las mejores formas de inoculación han tenido que pasar más de 200 años de historia. La primera inoculación fue con una aguja de metal con dos puntas (aguja bifucarda). La aguja y la jeringa como la conocemos ahora llegarían a mediados del siglo XIX, cuando se utilizó por primera vez para la vacuna contra la rabia.

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