La mujer judía en tiempos de Jesús
Semana Santa 2025
La principal representación femenina en la imaginería es la Virgen María, pero en los pasos de Almería los personajes femeninos cobran protagonismo

Iniciamos en esta tercera selección de artículos que nos vuelve a brindar Diario de Almería durante las vísperas y posteriores días santos de ésta que dicen la semana de ocho días o más, y que para algunos de nosotros es la más bonita del año. En esta ocasión no va a ser la línea de los dos años anteriores a modo de aproximación y guía breve para el lector, tanto en la primera edición de 2023 sobre la imaginería, como el año pasado 2024 con los capataces y costaleros y el arte del movimiento de los pasos y el abandono paulatino de los sistemas de ruedas, coincidiendo con la llegada de la carga a costal hace 40 años en 1984, siendo el sistema de carga mayoritario en nuestros días, que de las 23 cofradías penitenciales con un total de 42 pasos, 38 de ellos son cargados a costal y tan solo 4 con portadores. Y añadiendo según nuestro personal criterio recomendaciones de algunos puntos de los itinerarios de las cofradías para ver los pasos y el trabajo de las cuadrillas de costaleros.
Con la petición este año de Eduardo Blanes Arrufat, histórico cofrade la Hermandad de la Soledad, para el boletín anuario de su hermandad de un artículo de mi autoría, sobre la Virgen María como mujer, esposa y madre judía, en los tiempos de su Hijo Jesús de Nazaret en el siglo I de nuestra era, he querido en esta ocasión prácticamente reproducir y ampliar esa parte y complementar no solo con la presencia de las mujeres en el relato de la Pasión, que presenta su propia iconografía, siendo los personajes femeninos protagonistas incluso en los pasos de nuestra Semana Santa que entremezclan la tradición y los evangelios. Tenemos claro que la principal representación femenina en la imaginería sacra es la Virgen María, pero en los pasos de Almería los personajes femeninos de la Pasión cobran protagonismo y tienen importancia tanto de la representación de las Santas Mujeres como de otras personalidades femeninas, que también aparecen en las escenas de los misterios de los pasos de la Semana Santa de Almería, en unas iconografías que conjugan perfectamente la tradición y los evangelios.
Nos queremos acercar de una manera breve y aproximada a lo que el sacerdote y doctor en teología Tomas Cano Rodrigo (2021, “Marta y María como modelos de discipulado en Lc 10,38-42. Servicio y escucha de la Palabra”), aborda como algunas mujeres muy cercanas a Jesús de Nazaret, y que las define como “discípulas”, en concreto el trata de protagonistas a dos mujeres, Marta y María de Betania, las hermanas de Lázaro, que van a adquirir un papel relevante y que nos ofrece una manifestación del trato de Jesús de Nazaret con las mujeres.
No existiendo ni en el Antiguo Testamento ni en el judaísmo postbíblico ningún dato que nos lleve a afirmar la existencia de un discipulado femenino. Sin embargo si surge un movimiento de hombres y mujeres entorno a Jesús de Nazaret que le acompañan en su misión y que acogen en sus casas a los discípulos. Y en este artículo vamos a destacar en concreto como un grupo de mujeres se sintieron atraídas por la figura de Jesús de Nazaret sobre todo por sus palabras y por sus obras, buscaron en Él su ayuda, y decidieron sacrificar sus bienes y formar parte del grupo de los que lo acompañaron. El hecho de aceptar a mujeres en el seguimiento e instruirlas como discípulas supuso una novedad muy importante en el contexto sociohistórico situacional de la mujer en la sociedad judía, así mismo como una ruptura con el concepto y la situación de la mujer en la sociedad judía, tanto filosófica como religiosa.
No existen referencias a la formación de mujeres en el estudio de la Torá (la Torá en hebreo: תּוֹרָה, «instrucción, enseñanza, doctrina», es la compilación de los primeros cinco libros de la Biblia hebrea, específicamente los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Es el texto que contiene la ley y el patrimonio identitario del pueblo judío, y es llamada Pentateuco en el cristianismo, constituye la base y el fundamento del judaísmo); puesto que es un campo reservado al hombre y la presencia de la mujer es algo esporádico. Sin embargo Jesús de Nazaret supera los esquemas sociológicos de su tiempo en el siglo I, y hace discípulos tanto a hombres como mujeres, y Él acoge a todos los que la sociedad judía excluía. Y ahí radica lo novedoso y característico del movimiento de Jesús frente a otros movimientos de su tiempo, y es la incorporación de la mujer al grupo de seguidores o discípulos. Rompe con el legalismo judío y la marginación que sufre la mujer dentro de él, y las llama con pleno derecho a formar parte del movimiento y a identificarse y configurar su vida con el Maestro, como también realizan los hombres. La mujer no solo escucha la palabra, sino que adopta la actitud del discípulo de “sentarse a los pies”, por lo que la mujer adquiere un protagonismo especial dentro del movimiento de Jesús Nazaret, y es aún mayor cuando lo situamos en el ambiente sociopolítico en el que se produce.
Condición de la mujer judía
En los tiempos bíblicos la sociedad hebrea, como muchas otras, era patriarcal. La mujer tenía una posición subordinada al hombre; debía sujetarse a la autoridad paterna hasta que contraía matrimonio, momento en que pasaba a ser propiedad del esposo.
En Oriente no participaba la mujer en la vida pública. Cuando la mujer judía de Jerusalén salía de casa, llevaba la cara cubierta con un tocado, que consistía en dos velos sobre la cabeza, una diadema sobre la frente con cintas colgantes hasta la barbilla y una malla de cordones y nudos; de este modo no se podían reconocer los rasgos de su cara. La mujer que salía sin el tocado que ocultaba su rostro ofendía hasta tal punto las buenas costumbres que su marido tenía el derecho, incluso el deber, de despedirla, sin estar obligado a pagarle la suma estipulada para el caso de divorcio en el contrato matrimonial. Había mujeres tan estrictas que tampoco se descubrían en casa. En los ambientes populares no eran tan rígidas las costumbres.
Las mujeres debían pasar en público inadvertidas. Las reglas de la buena educación prohibían encontrarse a solas con una mujer, mirar a una mujer casada e incluso saludarla. Era un deshonor para un alumno de los escribas hablar con una mujer en la calle.
En la casa paterna las hijas debían pasar después de los muchachos. Su formación se limitaba al aprendizaje de los trabajos domésticos. Respecto al padre, tenían los mismos deberes que los hijos, pero no los mismos derechos. Respecto a la herencia, por ejemplo, los hijos y sus descendientes precedían a las hijas.
Los deberes de la esposa consistían en atender a las necesidades de la casa. Debía moler, coser, lavar, cocinar, amamantar a los hijos, hacer la cama de su marido y, en compensación de su sustento, elaborar la lana (hilar y tejer); otros añadían el deber de prepararle la copa a su marido, lavarle la cara, las manos y los pies.
La situación de sirvienta en que se encontraba la mujer frente a su marido se expresa ya en estas prescripciones; pero los derechos del esposo llegaban aún más allá. Podía reivindicar lo que su mujer encontraba, así como el producto de su trabajo manual, y tenía el derecho de anular sus votos. La mujer estaba obligada a obedecer a su marido como a su dueño, y esta obediencia era un deber religioso, tan fuerte, que el marido podía obligar a su mujer a hacer votos.
Los hijos estaban obligados a colocar el respeto debido al padre por encima del debido a la madre. En caso de peligro de muerte había que salvar primero al marido.
Hay dos hechos significativos respecto al grado de dependencia de la mujer con relación a su marido:
1) la poligamia estaba permitida. La esposa, por consiguiente, debía tolerar la existencia de concubinas junto a ella;
2) el derecho al divorcio estaba exclusivamente de parte del hombre.
La mujer viuda quedaba también en algunas ocasiones vinculada a su marido: cuando éste moría sin hijos (Dt 25, 5-10; cf Mc 12, 18-27). En este caso debía esperar, sin poder intervenir en nada ella misma, que el hermano o los hermanos de su difunto marido contrajesen con ella matrimonio o manifestasen su negativa, sin la cual no podía ella volver a casarse.
Las escuelas eran exclusivamente para los muchachos, y no para las jóvenes. Según el historiador judeorromano del siglo I Josefo (2), las mujeres sólo podían entrar en el templo al atrio de los gentiles y al de las mujeres. Había en las sinagogas un enrejado que separaba el lugar destinado a las mujeres. La enseñanza estaba prohibida a las mujeres. En casa la mujer no era contada en el número de las personas invitadas a pronunciar la bendición después de la comida.
La mujer no tenía derecho a prestar testimonio, sólo se aceptaba su testimonio en algunos casos excepcionales, los mismos en que se aceptaba también el de un esclavo pagano. El nacimiento de un varón era motivo de alegría, mientras que el nacimiento de una hija era frecuentemente acompañado de indiferencia, incluso de tristeza.
Sólo partiendo de este trasfondo de la época podemos apreciar plenamente la postura de Jesús de Nazaret ante la mujer. Lc 8, 1-3 y Mc 15, 41 hablan de mujeres que siguen a Jesús: es un acontecimiento sin parangón en la historia de la época. Jesús de Nazaret no se contenta con colocar a la mujer en un rango más elevado que aquel en que había sido colocada por la costumbre; la coloca ante Dios en igualdad con el hombre (Mt 21, 31-32). Jesús nació en medio de una sociedad en cuya conciencia colectiva estaban grabados algunos estereotipos sobre la mujer, trasmitidos de una generación a otra durante siglos. • Mientras crecía, Jesús los pudo ir percibiendo en su propia familia, entre sus amigos y en la convivencia diaria en su comunidad. Jesús de Nazaret jamás dijo o hizo algo que pudiera resultar lesivo para la mujer. Nunca describió a la mujer como algo malo, ni en ninguna parábola la hace ver negativamente; ni previene nunca a sus discípulos de la tentación que podría suponerles una mujer. Ignora en absoluto las afirmaciones despectivas para la mujer del Antiguo Testamento. Salta por encima de los convencionalismos sociales de su tiempo. No acepta los planteamientos discriminatorios hacia la mujer. Para Él, la mujer tiene la misma dignidad y categoría que el hombre. Por eso no se muestra en favor de leyes y costumbres discriminatorias de la mujer, forma una comunidad mixta con hombres y mujeres que viven y viajan juntos, mantiene amistad con mujeres, defiende a la mujer cuando es injustamente censurada... Jesús se puso decididamente de parte de los marginados y la mujer era una marginada y maltratada en la sociedad judía de entonces. Por eso, su mensaje, fue también una verdadera Buena Nueva Noticia para las mujeres.
Las Santas Mujeres y demás mujeres en los pasos de misterio
De inicio tenemos que afirmar que la presencia de las mujeres forman parte del relato de la Pasión y tiene su propia iconografía, siendo los personajes femeninos de la Pasión de Cristo protagonistas incluso en los pasos de nuestra Semana Santa en unas iconografías que entremezclan la tradición y los evangelios. Tenemos claro que indudablemente la principal representación femenina en la imaginería sacra es la Virgen María, aunque no nos vamos ni a centrar ni a detener en Ella y en sus diferentes y variadas advocaciones, y sí en los pasos de misterio de Almería en donde tienen importancia la representación tanto de las Santas Mujeres como de otras personalidades femeninas que aparecen.
Por iniciar desde el comienzo tanto de la Pasión como de los días santos, arrancaremos con el paso de misterio de la Borriquita de la hermandad homónima en la mañana del Domingo de Ramos almeriense. En este paso aparece una mujer hebrea con un niño en brazos, realizada por el imaginero veleño José Antonio Lucena Martín en 2019. Comprobamos con este ejemplo de figura secundaria que no todas las mujeres que aparecen en los pasos de Semana Santa son santas o seguidoras de Jesús, y que no se corresponden con los textos canónicos, ni siquiera con los apócrifos, sino que están más acordes con la escenografía y el sentido teatral del pasaje que se representa en este paso.
En el Misterio de la Sentencia de la hermandad almeriense de la Macarena en el Miércoles Santo, tenemos la figura femenina de Claudia Prócula, esposa del prefecto romano en Judea, Poncio Pilato, que se representa lavándose las manos, y que en un primer momento no va a ser seguidora de Jesús de Nazaret para posteriormente convertirse. Según algunas tradiciones pudo ser una cristiana conversa. Se representa con un cuidado ajuar que contribuye a destacar de una manera discreta su figura en una escena donde fue la única persona en indicar la inocencia de Jesús. De los cuatro evangelios, sólo lo menciona el de Mateo (27:19). Según este evangelista ella le envió un mensaje a su esposo diciéndole: "No te mezcles en el asunto de este justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho". Este episodio es también tratado entre la literatura apócrifa por las Actas de Pilato. Es reconocida como santa según dos iglesias en el cristianismo oriental: la Iglesia ortodoxa oriental e Iglesia ortodoxa etíope. Imagen realizada por el gaditano Luis Enrique González Rey como todo el conjunto del grupo escultórico de 9 imágenes secundarias entre los años 1995 – 1998, compuesto por el relator o lector, dos romanos que escoltan al Señor, y dos esclavos etíope, un adulto y un niño.
Pasamos al Jueves Santo, y la nueva configuración desde el año pasado del misterio de Jesús de las Penas en el abandono de sus discípulos de la Hermandad de Rosario del Mar. Realmente no aparece como tal ninguna imagen femenina, pero si lo vamos a referenciar porque la imagen del actual San Juan proviene de una reformulación y modificación de especial singularidad de una escultura original de María Magdalena situada a los pies del Cristo crucificado del Buen Fin, que gubiara el sevillano Luis Álvarez Duarte en 1972 en un conjunto escultórico que realizó para Hermandad sevillana homónima, y que se retiran volviendo a dejar al crucificado titular en solitario en 1997, pasando dichas imágenes prácticamente a representaciones para recreaciones de un Belén. Y que fueron adquiridas por la hermandad almeriense bajo la dirección artística del granadino Álvaro Abril Vela, que visualizó la idea y el proyecto del misterio configurándolo como alegórico ya que esta escena no aparece en las escrituras, y que junto con el Señor ya se complementan con una sola autoría, la de Álvarez Duarte. Va a ser con la restauración y la reformulación de las imágenes por la granadina Lucía Ruiz Gómez en la que se transforma a Nicodemo, José de Arimatea y María Magdalena pasando a ser los apóstoles Pedro, Santiago y San Juan respectivamente, continuando solamente como tal el soldado romano.
Continuando con el Jueves Santo, en la popular Hermandad de los Nazarenos del Encuentro tendríamos que añadir otra iconografía femenina que aparece en la Pasión de Cristo, la denominada Santa Mujer Verónica, del imaginero valenciano José María Hervás Benet, que por esas fechas de creación de la imagen en 1952 era profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Almería. Imagen que nos presenta un caso claro de la tradición frente a la religión, con una escena que se representa con las manos extendidas para sostener un velo, lienzo o paño para enjugar el sudor, la suciedad y la sangre, y que en dicha tela se habría quedado milagrosamente impresa el Santo Rostro o Santa Faz. Verónica viene de “vera icona”, imagen verdadera, este verdadero rostro que se habría transmutado en el nombre de la mujer: Verónica, como una leyenda más de la cristiandad. No existiendo en los evangelios canónicos ninguna referencia a esta supuesta mujer, solo en algunos apócrifos. Para los judíos era algo impuro profanar un sepulcro y llevarse la mortaja. Es por ello que la religiosidad, la piedad y la ternura popular cristiana, más de la tradición frente a la religión, la que se inventa este personaje de mujer que supuestamente limpió el rostro de Cristo cuando éste iba camino del Gólgota. Aunque la Iglesia por esa misma gran tradición popular y piadosa de la pasión del Señor la ha introducido en la sexta estación del Vía Crucis, agregándola como un elemento que humaniza la sobriedad evangélica, y recogiendo el episodio del Encuentro de Jesús en la Vía Dolorosa camino del Calvario con todas las mujeres.
Cierra el Jueves Santo la Hermandad del Silencio, y en el grupo escultórico del Descendimiento, realizado en madera de pino por el granadino Eduardo Espinosa Cuadros en 1947. Formado por siete imágenes, representa el momento en que el cuerpo inerte de Cristo es descendido del madero por los santos Varones, José de Arimatea y Nicodemo, que aguantan los brazos del cadáver, y recogido por San Juan que sostiene las piernas flexionadas de Jesús, además de la Virgen María aparecen las Santas Mujeres, María Magdalena y María de Cleofás, para proceder a amortajarlo, y faltando para completar la escena María Salomé.
Santa María Magdalena puede ser la más controvertida imagen de la iconografía religiosa a lo largo de la historia del Arte. Se la suele representar artísticamente con una vestimenta rica y los cabellos largos, sueltos y despeinados, incluso con melena de pelo natural y un frasco de perfume. La tradición católica identifica a esta santa con varios personajes femeninos del Nuevo Testamento. Por un lado, la mujer adúltera a la que Jesús salva de la lapidación, un episodio que solo aparece en el evangelio de San Juan. Por otro, la que unge con perfumes los pies de Jesús y los enjuga con sus cabellos antes de la entrada en Jerusalén según los evangelios sinópticos, y cuyo nombre no se menciona. Lo que está claro es que era una discípula distinguida y así aparece tanto en el Nuevo Testamento como en varios evangelios apócrifos. Por eso se la representa casi siempre al pie de la cruz.
También en la Hermandad de la Caridad que se representa el misterio del Traslado al Sepulcro de Cristo aparecen personajes femeninos. Lo realiza el imaginero y profesor sevillano Juan Manuel Miñarro López entre los años 1998 y 2008, estando compuesto por 8 imágenes, Cristo de la Caridad, Virgen de las Penas, que por comentar una característica destacable es que esta Virgen se corresponde con la edad que se estimaría que debía de tener en el momento de la muerte de Cristo, sobre la cincuentena. Y el resto del grupo escultórico con San Juan Evangelista, los Santos Varones José de Arimatea y Nicodemo, la Magdalena arrodillada en actitud de besar los pies de Jesús, María Salomé, María de Cleofás y Santa Marta de Betania, hermana de María y de Lázaro, que es una imagen con gran fuerza y que simbólicamente suele ser representada con un dragón al que le rocía con agua bendita, de ahí el que se le conozca popularmente como la Tarasca, y como ejemplo tal y como se representa en la procesión eucarística del Corpus granadino.
Por último el misterio de la Vuelta y retorno del Sepulcro tras haber dado sepultura al cuerpo de Jesús de la Hermandad de la Soledad, decana en antigüedad de las cofradías almerienses y que cierra la nómina del Viernes Santo. María Magdalena, María Cleofás y María Salomé, que componen parte de la primera escena de las dos que forman el paso del grupo escultórico de ocho imágenes. También realizado e ideado por el sevillano Juan Manuel Miñarro López entre los años 1997 – 2004, como un duelo itinerante, es una escena de dolor a la vuelta del entierro de Cristo y no aparece el pésame a la Virgen. Con una singular iconografía puesto que sin ser de carácter ni alegórico ni simbólico, no aparece ni Jesucristo ni su madre la Virgen, el titular es San Juan Apóstol y Evangelista que es el eje principal de la escena, y que ya aparece en la hermandad desde finales del siglo XIX, complementándose con la Virgen sola que viene de enterrar a su Hijo en el segundo paso de la corporación. No se manifiesta narrado como tal en los evangelios canónicos y sí en los apócrifos. Como comentábamos lo componen dos escenas, la San Juan Apóstol y Evangelista, Discípulo Amado, que se convierte en el gran protagonista de la escena, situándose en el primer plano del conjunto mientras conversa con Nicodemo, e inmediatamente detrás las Santas Mujeres (las popularmente Tres Marías) portando los atributos de la Pasión. María de Cleofás que clama al cielo y lleva su mano izquierda al pecho en señal de consuelo, la Magdalena sosteniendo los clavos e inspirada en la hija del entonces hermano mayor que encargó el misterio y el paso procesional, Ramón Eduardo Pérez Malvido; y destacamos a María Salomé que sostiene la corona de espinas, y nos muestra una actitud más callada y recogida, y con una dulzura en el rostro que bien pudiera ser una Dolorosa. Todos regresan afligidos del entierro, y en la segunda escena aparece un asustado José de Arimatea que les conmina a apresurar el paso ante la llegada del sanedrita y un soldado romano.
También te puede interesar
Lo último