La mantilla, la verdadera túnica de la mujer cofrade
Semana Santa 2025
Es una tradición que se reserva casi exclusivamente a la índole religiosa en el siglo XX

Una de las personas que más sabe sobre la mantilla española es el modista sevillano Tony Benítez y ante la actitud de lego que tiene uno para este tema tan femenino y elegancia de arte y el simbolismo de un ritual, quién mejor que el diseñador sea quien nos intruya en este menester.
Cada año, en la Semana Santa, mujeres de todas las edades se preparan para formar parte de una de las tradiciones más queridas y arraigadas de estos días de la Semana de Pasión: vestirse de mantilla.
Vestir de mantilla es una tradición que se reservó casi exclusivamente a la índole religiosa en el siglo XX y, desde entonces, se perpetúa en actos religiosos como misas, Semana Santa y bodas.
Aunque existen diversos tipos de mantilla con distintos tejidos, motivos, tamaños y colores; cuando hablamos de vestirse de mantilla nos solemos referir a la indumentaria clásica que lleva la mujer como luto en el Jueves y Viernes Santo y que se caracteriza por la discreción, la sobriedad y las peinas y mantillas oscuras que colocamos sobre el pelo.
Igual que es un rito el vestirse de penitente o de nazareno, también es un rito que la mujer se vista de mantilla. Cada año se ven más mujeres en los tramos próximos a las dolorosas.
¿Cómo se lleva?
Debe ser de encaje negro y no debería llevar adornos. Lo más correcto es escoger una de chantilly o blonda, siendo esta última la más popular en Semana Santa, en forma rectangular (mantilla granadina) o de pico. Colocarla correctamente es muy importante ya que el largo de la mantilla no debe llegar más abajo de las rodillas, pero tampoco debe quedar más corta que el vestido ni con una caída asimétrica. El tamaño de la mantilla es otro factor a tener en cuenta: debe ir acorde a la estatura de quien la lleve. Lo ideal es que por la parte delantera quede a la altura de los brazos y, por la parte trasera, unos centímetros más larga que el bajo del vestido.
La mantilla se sujeta con una peina y un recogido bajo, y son muchas las mujeres que optan por sujetarla con algún alfiler disimulado, al vestido a la altura de los hombros, para evitar que se vuele, o con la ayuda de una pequeña puntada.
¿Cómo se coloca?
Primero, debemos procurar que sea un moño bajo que sirva como base donde se pueda colocar de forma segura y cómoda la peina. La peineta va clavada entre el moño y la nuca y sujeta a la peina a través de horquillas y un broche.
Para sujetarla a los hombros del vestido y evitar vuelos innecesarios y molestos, inclinamos la cabeza hacia un lado y adherimos la mantilla al hombro contrario. De esta forma, tendremos más margen de movimiento.
La peineta
La peina o peineta que se debe llevar para vestir de mantilla debe ser oscura y calada. Las más populares son las de celuloide ya que las tradicionales de carey requieren más cuidados a la hora de conservarla en perfectas condiciones. La forma de la peina típica para la Semana Santa es la semicircular o de media teja.
La mantilla se sujeta a la cabeza gracias a la peineta, por lo que es vital llevar un recogido bajo cómodo que permita que todo se mantenga en su sitio durante la jornada. Detrás de la peina, la mantilla queda sujetada por un broche.
Vestido idóneo
Lo más importante del vestido a la hora de ir de mantilla se resume en una palabra: discreción. Siempre es mejor elegir un vestido de una pieza que elegir un conjunto de traje o falda y camisa y la prenda que escojan debe ser negra, sobria y de corte sencillo. El vestido quedará mejor con la mantilla si se llevan los encajes o los tejidos con muchos detalles y, aunque la silueta predilecta de las mujeres de mantilla siempre es el corte lápiz, también quedará bien si lleva algún drapeado. Siempre debe cubrir los hombros y no debe contar con un escote pronunciado ni con transparencias o tirantes. Las mangas serán mejor si son largas o francesas y se pueden acompañar de guantes negros de terciopelo, raso o rejilla.
Si la temperatura no acompaña, se puede vestir una chaqueta discreta y sobria sobre el vestido, evitando prendas llamativas.
Errores más comunes
-Escoger una mantilla demasiado larga o demasiado corta por estatura.
-Llevar un vestido muy escotado o de palabra de honor.
-Vestir prendas sin mangas.
-Llevar el bajo del vestido o la falda demasiado corto.
-No llevar medias y las transparentes, color carne, tupidas o de fantasía.
-Escoger una mantilla no adecuada para la ocasión con adornos.
-Llevar una peina clara.
-Calzar tacones demasiado altos o llevar plataformas.
-Dejar el pelo suelto.
-Prohibido los complementos llamativos, coloridos o estridentes.
-Acompañar el pelo o el vestido con claveles rojos.
-Cargar con un bolso muy grande o colgarlo del hombro.
-Optar por un maquillaje llamativo o demasiado oscuro.
-Llevar colgantes de perlas.
-Llevar prendas o complementos con muchos adornos.
Lucir y acompañar a las Dolorosas de las Hermandades de Almería, la mantilla tiene la elegancia de un arte y el simbolismo de un ritual. En los últimos años está restringida a las procesiones de Semana Santa, a ciertas corridas de toros, especialmente en la Maestranza sevillana y al vestuario más castizo de las madrinas de bodas. La mantilla no deja de representar la españolidad más intemporal.
La mujer en el Antiguo y Nuevo Testamento
Durante siglos, el papel de las mujeres cristianas ha sido muy pasivo. Además, solo parecían existir Eva y María, como el bien y el mal. Sin embargo, la sociedad comenzó a hacer un hueco a otros nombres, como el de María de Magdala (Magdalena) que dejó de ser pecadora para convertirse en amiga y discípula.
Hay más de tres mil personajes en la Biblia, pero menos de trescientas son mujeres. Muchas ni siquiera tienen nombre –la hija del Faraón, la samaritana- y prácticamente el resto son algo en las Escrituras por su relación con un hombre, como la madre de Marcos, la hermana de Moisés o la mujer de Abraham.
Como mujeres tampoco tenían ningún margen de maniobra, aunque según los textos de la época una mujer llegaba al matrimonio con ciertas expectativas, ya que su esposo debía garantizarle “todo lo que ella necesite de comida y ropa” y “prometer ni insultarla, ni maltratarla, ni expulsarla, ni agregarse otra esposa”.
Antiguo Testamento
Eva: Representa lo femenino. No es más pecadora que Adán, pero sí cae más fácilmente en la tentación.
Dalila: Encontró el punto débil de Sansón.
Débora: Es la Juana de Arco. Estratega militar.
Jezabel: Arrogante y sensual. Acabó con los profetas menos con Elías. Acabó pisoteada por caballos y comida por perros.
Reina de Saba: Culta y sofisticada. Se ubica en Jerusalén para conocer a Salomón.
Sara: Mujer de Abraham y madre de Isaac. Representa el sufrimiento de las mujeres en esa época.
Rahab: Ramera y con fe se convirtió.
La hija del Faraón: La bondad en mujer pagana. Recogió a Moisés aún sabiendo que debía ser ahogado.
Nuevo Testamento
María: Son seis las mujeres que responden a este nombre: María de Nazaret (la madre de Jesús), María de Betania (la hermana de Lázaro), María de Magadala (Magdalena), María de Jerusalén (madre de Juan Marco, el evangelista), María de Roma (ayudanta de Pablo) y María (la madre del apóstol Jacobo). Son todas mujeres que sirvieron a Jesús, de forma callada y silenciosa.
Salómé: Era madre de apóstoles. Quería que Jesús amase más a sus hijos que a Pedro.
Safira: Vendió con su marido propiedades, como objetivo ayudar a Jesús. Se quedó con parte del dinero. Murió de vergüenza al ser descubierta.
Isabel: Quedó embarazada cuando era muy mayor. Un ejemplo de fe en Dios.
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