Manifiesto del Martes Santo de la Hermandad del Perdón
Contempla para ser peregrinos de esperanza

En esta noche de Martes Santo:
¡Cristo del Perdón! Hay júbilo en el cielo. Hoy, el cielo, desborda, música y alegría. Hay consuelo definitivo. Creo en Dios-luz en esta noche apagada. Espero en un Dios que disipe mis temores. Que me ayude en silencio, tu silencio… aunque a veces no vale. Esta noche estaremos cara a cara. Me hablarás sin palabras y me mirarás profundamente. Compasivo y misericordioso. Como sólo tú sabes. En la confianza paciente y confiada espero en el Señor. Espera, dice la esperanza. Y será una chispa de bondad, de apertura amistosa, de amor misericordioso.
Mañana, hijo mío, será mejor.
¡Míranos, Cristo del Perdón!
¡Cristo del Perdón! La esperanza es una virtud muy alegre y muy valiente. ¿Qué sería mi vida sin esperanza? ¿Te imaginas? La vida sin esperanza es triste. Sin esperanza se pierde alegría y se pierde fuerza. Creo en el Dios de la alegría. Lo que más alegra a Dios es que nos amemos. Dios se alegra con las personas sencillas, respetuosas, pobres y humildes, serviciales, generosas y sobre todo esperanzadas. Esta noche Cristo del Perdón, vengo a tí con ilusión y esperanza. Con ganas de hacer y de crear, de sentir y de creer. Es el encuentro que tanto buscaba. Necesito calmar el hambre y la sed. Esta noche necesito reclinar mi cabeza sobre tu pecho.
¡Cristo del perdón! Eres para nosotros, sabiduría, justicia y santificación. Eres música y fiesta, alimento y dulzura, luz y verdad, camino y caridad. Esta noche quiero mirarte con los ojos del corazón. Nos fijamos en tus brazos extendidos y en tus manos clavadas. Un rostro golpeado, ensangrentado. Es el rostro de los pobres, los enfermos, los maltratados y torturados, de todos los que sufren. Mirar a Jesús con fe es garantía de curación. Qué bien nos viene a nosotros aprender esta lección de amor.
¡Cristo del Perdón! Mírame piadoso. Te ofrezco mi amor y mis lágrimas. En esta noche santa. Noche dichosa porque la muerte se vestirá de esperanza. Noche clara porque nos traes perdón y luz que nunca se apaga. Enciende nuestras lámparas apagadas. Llevemos tu luz al mundo. Luz de tu evangelio y de tu verdad resucitada. Debemos mantener encendida la llama de la esperanza. Seamos pues, Peregrinos de Esperanza. Llénanos con tu oración. Y danos la fuerza necesaria para anunciar tu perdón.
“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mateo 11, 28-30)
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