Los gitanos de Turre mecen a su protector
Las saetas de los devotos y fieles al paso de la talla emocionan y acompañan al Cristo de la Misericordia todo el desfile que tuvo lugar la noche del martes xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Las mujeres de camisa blanca y pantalón negro abren camino al Cristo de la Misericordia. En la cruz de las cuatro calles, donde se escucha el agua de la fuente de Turre, el paso detiene su marcha; la saeta del sentimiento gitano, el único que entenderse puede, emociona la noche puesta en estrellas.
La calle Sorroche se estrecha al paso del Cristo. Al fondo, la iglesia de Turre iluminada asemeja un faro en la oscuridad, en la soledad de un pueblo todo él congregado en torno al Cristo de la Misericordia. La cuesta es dura, los costaleros ponen la mirada en el suelo, hay que bajarlo, hay que bajar al Cristo no sea que dé en la farola. Más abajo costeleros, a la mano, así, estos son los mejores del mundo. Queda poco para llegar a lo alto del Barrio, para que la sombra de la imagen destaque en la paredes blancas iluminadas por la lumbre de los hachones.
Cristo de la Misericordia, Cristo de los gitanos, ahora te mecen, te llevan de un lado a otro con la suavidad de quien sabe que arriba miran a los gitanos de Turre, a los que la noche del Martes Santo de todos los años enseñan cómo se lleva un paso, pasito a paso, a la carrera, al cielo.
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