De cuando las cofradías perdieron la puerta de los Perdones de la Catedral

El Reportaje

Puerta de los Perdones, en 1951.
Baltasar González

14 de abril 2019 - 04:00

Para los cofrades románticos de Almería, el poder hacer estación de penitencia en el interior de la catedral de Almería es uno de los objetivos fundamentales para darle un sentido pleno a nuestras procesiones. Y para los más rancios (como yo), todavía nos surge esa peregrina idea de poder entrar por la puerta principal y salir por la de los Perdones en la calle Cervantes. Sabemos que es un pensamiento imposible, irrealizable, no ya porque el cabildo no acceda a esa petición, sino porque los pasos no caben por esa otra puerta algo más pequeña de lo necesario. No pasa nada: en nuestros sueños todavía aparece esa utopía.

Sin embargo, no siempre fue así y hubo siglos en los que algunas procesiones salían del primer templo de la diócesis por la Puerta de los Perdones. Para ello, no había una escalinata como ahora la conocemos, sino que existía una rampa. Es maravilloso imaginárnoslo: pequeños pasos cargados por portadores con las magníficas imágenes que llenaban nuestros templos hasta la guerra civil. Qué maravilla. Qué sabor más almeriense.

El obispo don Santos Zárate y Martínez se hizo cargo de la diócesis de Almería desde el 30 de noviembre de 1887 hasta el 7 de octubre de 1906. Durante los casi diecinueve años que duró su episcopado, este presbítero burgalés realizó varias obras en la catedral, como la reparación del órgano del evangelio, la restauración del cuadro de la Presentación de la Santísima Virgen que se encontraba en la capilla de San Indalecio (perdido en la guerra), la instalación de verjas en toda la fachada principal que daba a la plaza o un nuevo reloj que se colocó en la torre.

Aunque la obra que más nos afectó a los cofrades y la que más polémica creó en el cabildo catedral fue la reestructuración de la Puerta de los Perdones. Para dicha remodelación se le encargó el diseño al arquitecto del Ayuntamiento, el almeriense Enrique López Rull (1846-1928), que ya había trabajado para la diócesis en las iglesias de San Roque, San José, San Antonio, San Agustín, San Sebastián, aparte de un sinfín de templos en la provincia. Tras la presentación del proyecto, el presupuesto para la reforma de la Puerta de los Perdones ascendió a 2323,71 pesetas, de las que dos mil las donó el propio obispo.

Y es aquí donde aparece la figura del deán Rojas, la nota discordante de esta historia al que, si hubiera tenido éxito, la Almería cofrade le hubiera debido un monumento. Porque nuestro deán se opuso totalmente a que se quitara la rampa que había existido allí toda la vida y que facilitaba la salida de los pasos en las procesiones. Hubo bastante tensión durante un tiempo en las reuniones del cabildo catedral, puesto que, ante la postura oficial de los que se pusieron del lado del señor obispo, se creó otro grupo de “disidentes” que pretendieron salirse de la línea trazada, pensando más en los fieles, en los cofrades de los últimos años del siglo XIX.

Al final se quitó la rampa y se colocaron los escalones que hoy conocemos. Ya no salieron más procesiones por la puerta de la calle Cervantes. Ahora sería imposible por las dimensiones de los pasos actuales, pero imagínense ustedes lo que hubiera sido la Puerta de los Perdones abierta para que los pequeños pasos de posguerra abandonaran por allí la catedral. Los cofrades arremolinados en la calle Cervantes para ver cómo salía el cortejo y los pasos del Encuentro, de la Soledad, del Entierro o de Estudiantes, por poner solo algunos ejemplos. Y es que soñar e imaginar es gratis. Fijémenos en el deán Rojas, al que nadie hizo caso.

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