Sobriedad y devoción con en el Silencio

Desde la Iglesia parroquial de San Agustín, antiguo convento franciscano de la OFM, cuando la tarde había anochecido, con un aire trémulo, comenzó el cortejo procesional penitencial de la Real, Ilustre y Franciscana Cofradía del Silencio, un cortejo pasionista, que bien podría calificarse a nivel académico de cum laude sobresaliente por su rectitud piadosa, auténtica perfección de los sentires cofrades a pie de calle cofrade en el caminar de esta corporación cofrade en su Estación de Penitencia a la Santa y Apostólica Iglesia Catedral de la Encarnación, bajo la dirección espiritual cura párroco y canónigo Rvdo. Juan José Alarcón Ruiz.

Cortejo procesional que fomenta el clima de recogimiento y de silencio, organizado con prestancia en el interior del templo para que de forma colegiada y en unidad de acto se procediera con adoración y mirada puesta hacía el Monumento, a realizar el tradicional acto de juramento de guardar absoluto silencio durante en todo el recorrido procesional, y así se llevó a puro y debido efecto este signo penitencial por parte de todos los hermanos cofrades.

Los fieles, devotos y público que contemplaba a pie de calle el cortejo procesional mantienen el silencio en el discurrir de la Cofradía, sonido que solo es roto a la llegada del paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Redención en su Sagrado Descendimiento con el acompañamiento musical de la Capilla Sacra Redemptio, que interpretaron “Cinco plegarias del silencio”: I. Gethsemani II. Camino al Calvario III. Flagelación IV. Redentor V. Desconsuelo, obras del compositor Cristóbal López Gándara. El Paso del Descendimiento iba bellamente exornado con rosas y rosas spray, anémona, retama, sólidago, erigyum, eucalipto, romero, esparraguera y hiedra, siendo fruto del trabajo artístico de Javier Barranco y Antonio Vicente.

Este año la Cofradía del Silencio celebra el 75 aniversario de la hechura y bendición bajo el pontificado de Alfonso Ródenas García en 1948 del Santísimo Cristo de la Redención en su Sagrado Descendimiento obra del escultor granadino Eduardo Espinosa Cuadros.

Penitencia y silencio blanco en las calles por donde discurría el cortejo para contemplar toda una simbología cofrade que portaban los nazarenos penitentes hasta llegar a la Dolorosa de negro manto y bajo palio, “Reina de Alfareros” y “Palomita de San Agustín”, María Santísima del Consuelo, adornado por Víctor González con rosas, flor de arroz, annmobium, helichrysum y miroclaudio. Destacar la presencia y la relación fraternal de la Cofradía del Silencio con los frailes de la Cruz Blanca, que en días pasados cuaresmales han oficiado celebraciones litúrgicas para los feligreses y cofrades. Igualmente, se sigue manteniendo y acrecentando la relación con el benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, Hermanos Honorarios la Comandancia de Almería desde el año 1981, siendo Director General José Luis Aramburu Topete.

Sí sublime es la Estación de Penitencia de esta Hermandad de nazarenos, que la Junta de Gobierno de la Cofradía cuida hasta el más mínimo detalle, más valiosa es la labor socio caritativa que realizan los hermanos - cofrades a través del economato social y desde Cáritas parroquial, y que es después el reflejo de austeridad penitencial durante esta noche del Jueves Santo y la madrugada del Viernes Santo cuando regresó al templo en una Rambla Alfareros, abarrotada de público que no quiso perderse ese momento tan íntimo y especial del reencuentro con su barrio de la Cofradía a los sones de marchas procesionales fúnebres de palio interpretadas por la Asociación Músico Cultural “La Mezquita” de Alboloduy.

Fue una noche - madrugada del Jueves Santo para la sobriedad, la oración y la fe. Sin olvidarnos de las saetas entonadas desde el balcón del restaurante “La Encina” por miembros de la Peña Flamenca “El Morato”. Y, en un caminar lento, en la quietud de la cerrada noche, la señera Cofradía del Silencio siempre sobrecoge en su paso a paso por las calles almerienses, al ser contemplada por los cientos de fieles que abarrotaban las calles a los Pasos de Misterio y de Palio acompañados con sus hermanos de luz y con su fe, muchos de ellos descalzos, sintiendo el gélido asfaltado no empedrado del casco histórico.