Orden de los trinitarios descalzos
lSon los menos conocidos de las tres entidades monásticas establecidas en Almería

Los Trinitarios Redentores Calzados es la orden masculina menos conocida de las tres de fundación regia (con dominicos y franciscanos) establecidas en la ciudad después de las capitulaciones por las que Almería se incorporó a la Corona de Castilla tras más de siete siglos de cultura musulmana. Se instalaron a extramuros, en una ermita de la Huerta del Rey que había sido mezquita -origen de la iglesia de san Sebastián- servida por Pedro Caro. Tras los ataques e incendios sufridos por berberiscos, en 1.584 se trasladaron provisionalmente al Hospital Real de Santa María Magdalena, al amparo de las murallas, mientras que fueron acomodados en unos almacenes de Juan Chacón en la parte inferior de la calle Real, junto a la Puerta del Mar y Aduana. Aquí permanecieron hasta la desamortización del convento e iglesia en 1.835.
Dieron un obispo a la Diócesis, Juan de Bonilla Vargas, y el primer beato: Marcos Criado, martirizado en La Peza (Granada) cuando la sublevación morisca de La Alpujarra.
En el AHPAL se custodia el documento fundacional (abril, 1.713), de la cofradía de san Pedro (protocolo notarial número 271, escribanía de Cristóbal Fernández; transcrito por Emilio García Campra). Con la presencia en el convento de armadores y dueños de barcas, capitanes, arraeces y gentes de la mar junto al Padre Ministro y demás frailes, reunidos a son de campana tañida, firmaron la erección, con capilla propia, de una Hermandad diferenciada de la de la Virgen del Mar. Con el título del Señor San Pedro, "se instituye desde luego para el agrado de Dios Nuestro Señor y benditas ánimas del Purgatorio y para acompañar con la insignia del Sr. San Pedro, cera y túnicas, estandarte y guión, el entierro de Nuestro Sr. Jesucristo y demás funciones que convinieren de hacer en honra y gloria de Dios Nuestro Señor".
El Siglo de las Luces concluyó con la intención de Carlos IV -atenuada y venida a menos- de controlar, por razones de orden público y económico, el abusivo estatus de las cofradías en España. En ese sentido, una Real Orden las obligó a integrarse en la Sacramental o de Ánimas, si las hubiera, de las cuatro parroquias existentes para una población de trece mil almas. El cronista de la Ciudad, Joaquín Santisteban Delgado (1.871-1.953), es el único historiador, que yo sepa, interesado en investigar las procesiones de Semana Santa a finales del XVIII. Resumo lo publicado según un documento hallado en el archivo de los Pérez de Perceval que trataba de la fundación de una capilla familiar (Miguel Pérez de Perceval era "ministro" de la Orden Tercera radicada en el convento de San Francisco). Lo data hacia 1786, desconociendo a su autor y los nombres de los cargos protagonistas aunque indirectamente delimita la segunda estación o carrera oficial (la primera debió discurrir por La Almedina). El agasajo a invitados fue práctica habitual a cargo del Ayuntamiento. En cambio nada señala Santisteban en cuanto a cofradías, imágenes, cruces, guión y estandartes, andas y porteadores, cortejo o espectadores a pie de calle; cera y hachones de luz, música o capilla cantora, etc.
"El miércoles Santo es la primera procesión; se va al palacio episcopal, en donde vive el Canónigo Provisor que es quien preside este día; asisten el Notario mayor, Alguacil mayor, segundo Teniente (de alcaldía), el Fiscal y todos los Procuradores. Pasan a la Stma. Trinidad, donde se forma la procesión; el Notario mayor va al lado izquierdo (suponemos que de algún estandarte, cruz o imagen) y enseguida el Procurador más antiguo, y por su orden (de antigüedad) los demás Procuradores puestos unos detrás de otros; y en aquel lado ninguna otra persona. Va (el cortejo) a la Catedral, a la Concepción, Santa Clara y regresan a la Trinidad; en la calle inmediata a la Portería los recibe el Maestro (superior) de dicho Convento con algunos frailes. Se despide el Provisor y concurrencia y se van a casa del Prior (¿?) y toman el acostumbrado refresco".
El jueves Santo, a las ocho de la mañana se repite el ceremonial con parecidos personajes. Partiendo del convento de Santo Domingo, "cuatro Procuradores y dos Escribientes llevan el palio. Se concluye, toma la llave el Cabildo y el Gobernador le acompaña a la casa y allí se dispone a sacar el Altar (¿trasladaban al Santísimo bajo el palio?). De allí marcharon a Santiago, Las Claras, Catedral, Trinidad, san Pedro, para concluir en san Francisco. El viernes Santo descienden la calle Real, suben la Empedrada (Eduardo Pérez) hasta la Catedral, por tercera vez visitan los monasterios masculinos y femeninos y, en casa del Fiscal, toman el consabido refresco ofrecido por el canónigo Procurador.
Sabemos que el Nazareno de san Francisco concurría los tres días, así como la Virgen de los Dolores y San Miguel, de san Pedro, y presumiblemente La Soledad, de Santiago. Respecto al convento trinitario, Pascual Orbaneja afirma en "Vida de san Indalecio" que en "su Iglesia existían algunas Imágenes de devoción que frecuenta el pueblo en sus necesidades".
Igualmente era venerado un Crucificado que bien podría ser el titular de la cofradía del Cristo de Cabrilla, y un san Pedro, advocación de la Hermandad de igual título fundada por dueños, arraeces y gente de la mar, con obligación de asistir a la procesión del Entierro de Cristo. Determinados autores aventurar -sin especificar fuente contrastable- un cortejo con la imagen de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Y del monasterio de Santo Domingo una dolorosa acompañando a las andas de la Oración en el Huerto y el Cristo Amarrado a la Columna.
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