Miradas de fe al paso del Cristo del Perdón en Vélez Rubio

A las seis de la madrugada rompía la noche de Vélez-Rubio el tañido de Esperanza, la nueva campana que voltea desde la espadaña de la casa de la Cofradía de los porcelanos, llamando a los cofrades y vecinos a un nuevo Miércoles Santo.

Tras un largo día de ajetreo acabando los últimos detalles para que el Cristo del Perdón y los Afligidos y la Virgen de la Esperanza luzcan en todo se esplendor, ha ido cayendo la jornada hasta que de nuevo el sonido del campanario ha congregado a la Cofradía a las puertas de la casa de hermandad para iniciar una nueva estación de penitencia.

El templo parroquial de la Encarnación es un hervidero de niños, cofrades, anderos y mantillas a la espera que la cruz de guía inicie su camino y salga a una plaza abarrotada de fieles devotos que, a la hora de la salida se debaten entre la semifinal de la Copa del Rey, y el inicio de la procesión.

Siguiendo a la cruz de guía es el turno de los niños junto la banda pequeña marcan el itinerario, para continuar con un centenar de nazarenos que preceden la imagen del Santísimo Cristo del Perdón y de los Afligidos llevado por sesenta anderos dirigidos por primera vez por Miguel Ángel Ruzafa y Diego Nemesio Gázquez. Majestuosamente, el Cristo de Galarza avanza por la plaza de la Encarnación hasta perderse por la calle Silvestre Reche al ritmo que marcan las marchas interpretadas por la Agrupación Musical del Santísimo Cristo del Perdón.

Una vez que el paso de misterio ha abandonado la plaza es el turno de María, la Virgen de la Esperanza acompañada por medio centenar de manolas vestidas de riguroso negro, teja y mantilla. Cerrando el largo cortejo que ha tardado más de un hora en salir de la parroquia, la Agrupación Musical Maestro Rojas.

La expectación ha sido máxima en todo el recorrido, apostados en las esquinas, en los portales o en sillas, con una manta en los pies, por el frío de la noche, un numeroso público ha esperado pacientemente que el paso de los titulares de esta cofradía con fe y devoción, después de varios años que, entre la pandemia y la lluvia, impedían terminar el recorrido. Pasadas las dos de la madrugada se recogía la procesión en espera ya de un nuevo Miércoles Santo.