Jesús de Perceval: El indaliano san Juan Evangelista de la Soledad

Semana Santa

Fue uno de los artistas más importantes que dio la provincia de Almería

Este polifacético personaje obtuvo numerosos premios, entre ellos el galardón homólogo en la Exposición Internacional de París

El paso de San Juan Evangelista.
El paso de San Juan Evangelista. / Rafael González
Rafael Leopoldo Aguilera

07 de abril 2023 - 00:59

Como decían las crónicas en el año 1947, en la noche, la última de nuestras procesiones: la Soledad. Va precedida la imagen de la Virgen del Dolores de San Juan Evangelista, el discípulo amado, a quien revestidos de blanco y rojo—símbolos de pureza y caridad—acompañan sus penitentes. Tras ellos los de la Virgen—túnicas negras, capucha morada—unidos al a Madre, que transida de dolor llora al Hijo sepultado y por los hijos pecadores que Aquél redimió.

Año tras año, la Semana Santa almeriense iba adquiriendo en esa época del nacional catolicismo de un esplendor, una lucidez y magnificencia, como tal vez pocos hijos de esta noble tierra creyeron que podría alcanzar. No era ya la soñada recuperación de lo que fue antes de la República, era mucho más, lo logrado en esos años de dramática posguerra.

Esta imagen de san Juan Evangelista fue realizada en 1946 por el fundador del Movimiento Indaliano Jesús de Perceval y donada por el cofrade y empresario almeriense Juan Soriano, para que acompañase a la Virgen de la Soledad y cuya talla sagrada fue sustituida en el año 1997 por la actual, que integra el llamado Paso del Duelo tras regresar del Santo Sepulcro. Imagen salida de la gubia magistral de Juan Manuel Miñarro López y bendecida el 21 de marzo de 1997.

Sin lugar a dudas, Jesús Pérez de Perceval del Moral, más conocido como Jesús de Perceval, ha sido uno de los artistas más importantes que ha dado la provincia de Almería. Este polifacético personaje nació el 17 de abril de 1915 en la ciudad de Almería. Desde muy pequeño destacaba dibujando y en la pintura, por lo que al crecer un poco se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de Almería, aunque después se trasladó a la Escuela Superior de Artes y Oficios de San Fernando de Madrid. Obtuvo numerosos premios, entre ellos el galardón homólogo en la Exposición Internacional de París.

En 1943 fundó junto con otros artistas almerienses e intelectuales (como Celia Viñas, Capuleto, Juan Cuadrado...) con los que mantenía tertulias el Movimiento Indaliano, un movimiento mayoritariamente artístico inspirado en Almería y en ensalzar su identidad y cultura, demostrando que lo provincial no era sinónimo de incultura, todo esto bajo el símbolo del indalo, como no podía ser de otra manera. Este movimiento recibió una gran acogida cuando fue presentado en Madrid en 1947. Además, Jesús de Perceval llegó a exponer en ciudades europeas como Múnich, Roma y París, además de numerosas ciudades sudamericanas. Perceval falleció el 3 de octubre de 1985 en su ciudad, la capital almeriense, tras dejar un gran legado artístico, ya que no solo fue pintor, también se dedicó a la escultura, imaginería, fotografía, arqueología y la alfarería.

Jesús de Perceval.
Jesús de Perceval.

Era la Almería inédita, aquella que dormía confiada en la conjunción azul del cielo y el mar. Se desgranaban los días, se vivía un presente de momentos alineados, sin estridencias, se trabajaba, se sentía y también se lloraba. El viento siempre doblando las esquinas con sus silbidos característicos, las palmeras tan rectas, tan exactas, sin la cadencia oriental, los montes pelados y de arista salvaje y hasta esos alfilerazos del sol, nos hacían vivir un algo de mística que flotaba en el ambiente al contemplar esta figura de belleza sin igual de un imaginero escultor almeriense recorrer las calles y plazas de nuestra vetusta Almería.

Por eso, cuando contemplábamos la talla salida de la gubia de Jesús de Perceval, ahora en el rescoldo de las tibiezas, fuera del concierto cofrade pasionista, pero bien custodiada por la Cofradía de la Soledad, nuestra Semana Santa era silenciosa, callada, y en ese día del atardecer noche del Viernes Santo, caía todo el peso de la tragedia de un Dios traspasado por el acero del pecado. El Calvario: filosofía suprema del Misterio de la Fe en la conversación sacra entre san Juan y la dolorosa María Santísima.

Desde la tierna infancia se nos enseñó como a un alma peregrina, tener devoción a esa imagen tan especial, especialmente, en la Estación de Penitencia del Viernes Santo en donde el sol había guardado sus rayos para ser consumidos con la cera de esas plegarias a cada esquina, entre luces y sombras, rotos esos racimos de austeridad y silencio con la quebrada voz de la saeta de José Sorroche, Chiquito de Oria, los hermanos Gómez, Concha Padilla, Rafael López, Antonio Martín, Antonia López y Antonio García “Niño de las Cuevas. Sirva estas líneas amanuenses para testimoniar el homenaje a dos Sacristanes de la Iglesia de San Santiago Apóstol con los que tuve ocasión de ser monaguillo y ayudarles: Vicente Martínez y María Salinas.

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