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En la larga lucha contra las enfermedades y sus consecuencias, se han logrado grandes avances, aunque estas mejoras coexisten con enormes e inaceptables desigualdades que debemos esforzarnos por corregir sin descanso.
Me ha impresionado conocer la noticia de que se está trabajando en la creación de nanodiamantes puros con tecnología cuántica para predecir enfermedades con una precisión inédita. Es algo así como tener la expectativa de acercarnos a ese ansiado instante decisivo en que se puedan dominar las enfermedades incluso desde antes de aparecer. Al parecer, uno de los mayores quebraderos de cabeza para la aplicación de la física microscópica, el ruido, ha permitido el desarrollo más prometedor de la medicina de precisión y preventiva: los sensores cuánticos. Todo, por una iniciativa del físico de la Universidad de Murcia Javier Prior, especializado en biología, termodinámica y sensores cuánticos que está abriendo un campo inédito a partir de la identificación de cualquier alteración al más mínimo nivel celular, en sus primeros pasos.
Estos nanodiamantes servirían para albergar partículas que reaccionan ante cualquier anomalía en el desarrollo de las mínimas unidades biológicas e identificaría la disfunción en la etapa inicial o en un microfluido del cuerpo, como si fuera una baliza microscópica que lanza señales cuando detecta el primer signo de una incipiente tormenta celular.
Habrá que dar tiempo al tiempo y esperar que, paso a paso, la iniciativa nos lleve a disponer de una herramienta precisa. Estas y otras iniciativas nos anticipan un nuevo paradigma de la medicina. Por eso, que resulta conveniente trabajar de manera asociada tanto a nivel de la Unión Europea, como en la colaboración de los Estados con la iniciativa privada, para aflorar todos los eventuales avances científicos de esta naturaleza. De ese modo, se podría acelerar la disponibilidad de los descubrimientos que pueden lograr los mejores éxitos en la lucha frente a la enfermedad y sus consecuencias.
Ahora bien, el desafío es enorme para los sistemas sanitarios en términos de sostenibilidad y de equidad. Avances de esta naturaleza hay que encajarlos en un nuevo paradigma de la medicina que terminará por requerir otro tipo de organización en nuestros servicios sanitarios y, seguramente, nuevos perfiles profesionales que tendrán (además) que trabajar en equipo para aprovechar el potencial de numerosas profesiones de carácter multidisciplinar.
La sostenibilidad no será solo un desafío relativo al coste de estas innovaciones (creo que con estrategias inteligentes se puede minimizar el problema), sino un desafío relativo a disponer de organizaciones adecuadas y eficientes. Todo ello necesita capacidad de liderazgo estratégico que permita anticipar, diseñar y gestionar el enorme cambio organizacional que requiere. Y conviene preparar mecanismos y procedimientos de toma de decisiones que tengan por objetivo esencial asegurar la accesibilidad de las innovaciones con criterios de equidad y universalidad.
Deberíamos ser capaces de favorecer que cualquier cambio disruptivo que permita mejorar la prevención y la atención sanitaria de aquellas patologías que afectan a la sociedad conlleve también avances en la lucha frente a las desigualdades en salud. Es así como podremos aspirar a sociedades más justas. Y este es un papel y una responsabilidad que corresponde a los poderes públicos.
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