Vera sigue con temor a las lluvias diez años después de la riada mortal
Levante
Tras una década, muy pocas cosas han cambiado: el río Antas sigue lleno de maleza y no se han hecho las obras de laminación
El 28 de septiembre de 2012 una riada causó enormes destrozos en Vera Playa, costándole la vida incluso a dos personas. Diez años después cabe preguntarse si podría volver a ocurrir algo igual.
En esta catástrofe intervinieron muchos factores. Por un lado, las lluvias torrenciales tan abundantes que provocaron daños importantes en otros muchos puntos de la comarca —quedó anegada la desaladora de Acuamed en Villaricos; se desplomó el puente de la barriada de Los Lobos, en Cuevas del Almanzora; quedó destrozada la depuradora de Antas...— Por otra parte, la situación del río, lleno de maleza y sin las infraestructuras necesarias para soportar una gran cantidad de agua. Y por último, la ubicación de miles de viviendas en zonas inundables a ambos lados del río Antas, producto de una política urbanística desmedida durante el ‘boom’ de la construcción.
¿Podría suceder hoy lo que ocurrió hace diez años? Todo parece indicar que sí, pues muy pocas cosas han cambiado desde entonces. De hecho, el propio alcalde de Vera admite que es una posibilidad. “He ido metiendo presión a la Junta de Andalucía para que limpie el río, porque es un peligro. Solo espero y deseo que no llueva tanto como aquel día”, dice el regidor. Añade que “todo tiene solución”, pero “al no estar limpio el río, es peligroso”. Por eso aboga por “limpiarlo entero e incluso quitar árboles, aunque estén protegidos, porque lo primero que hay que proteger es a la población”, insiste José Carmelo Jorge.
Miguel Jurado, que además de vecino de la zona es presidente de la asociación Veraplayazul, vive con el temor de una nueva riada, por lo que llevan años reclamando soluciones a las tres administraciones competentes. “Es necesario que el Gobierno actúe y cumpla con el Plan Hidrológico Nacional, pues la laminación del río Antas está incluida como una obra de interés general desde 2001”, explica. A la Junta de Andalucía le piden que limpie el cauce, porque actualmente está lleno de cañas y maleza. Y, por último, también solicitan al Ayuntamiento de Vera que mejora la infraestructura de imbornales y que se mantengan limpios. “No puede ser que cada vez que caen tres gotas se inunde la calle, como ha pasado hace unos días”, lamenta Jurado.
Durante una década solo ha habido promesas, mociones del Ayuntamiento contra unos y otros y proyectos guardados en el cajón. Sin embargo, ahora parece que por fin se empieza a ver la luz al final del túnel. La Junta de Andalucía anunció en enero una inversión de casi 7 millones de euros para restaurar los márgenes del río Antas en prevención de posibles inundaciones en explotaciones agrarias. Unos trabajos que, según aseguran fuentes del Gobierno andaluz, comenzaron hace unos días, el pasado 21 de septiembre. Aunque aún queda para ver los resultados en la zona de la desembocadura, pues tienen un plazo de ejecución de tres años y medio.
Por otro lado, el Gobierno de España también ha comenzado a moverse. El 8 de junio de este año se firmaron los contratos para que la empresa Everis Ingeniería redacte el proyecto de laminación de avenidas del río Antas en un plazo máximo de un año. Después se tendrían que licitar las obras y más tarde ejecutarse, por lo que aún faltan años para que sea una realidad.
A esto hay que sumar que el desdoblamiento de la carretera Vera-Garrucha hizo que se demoliera el viejo puente y se construyese uno más alto y mejor preparado para las avenidas de agua. También se hizo nuevo por completo el de la carretera que une la costa con Villaricos.
Así pues, diez años después los vecinos de Vera Playa siguen sumidos en el temor a una nueva riada, con el recuerdo aún vivo de sus calles convertidas en ríos. Muchos quisieron abandonar la zona tras la catástrofe, vendiendo sus casas. Algunos lo consiguieron, otros vieron cómo su propiedad perdió casi todo su valor o ni siquiera encontraron a quién quisiera comprar en una zona inundable. Mientras, los que siguen allí o tienen su segunda residencia no pueden pegar ojo cuando el cielo amenaza tormenta.
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