La tribuna
José María Martínez de Haro
Un poco de rodilla
La tribuna
Casí terminando el siglo XVII el Rey de España Carlos II cayó enfermo; en realidad su salud nunca había sido buena. Su aspecto enfermizo, indolente y su físico caracterizado por lo desproporcionado del labio inferior y el mentón, fueron suficientes para ganarse de una forma espontánea el sobrenombre del Hechizado. Realmente viendo cualquiera de los retratos de Carreño Miranda, pintor oficial de la Corte, salta a la vista que está plenamente justificado este apelativo. De su primer matrimonio con María Luisa de Orleans no tuvo descendencia. Tras la muerte de la reina 1689, su equipo de asesores, influyentes y cortesanos de relevancia, rápidamente le prepararon otro matrimonio para asegurar la descendencia. La persona elegida fue la princesa alemana Mariana de Neoburgo con quien estuvo casado hasta su muerte. Pero tampoco tuvo descendencia. Con toda probabilidad se puede decir que el estéril era el rey, ya que la reina Mariana, siendo viuda, se volvió a casar de forma casi clandestina con un tal Juan de Larrétéguy, hombre de su séquito, con quien tuvo un hijo.
Desde bastantes años antes de la muerte del rey, viendo la falta de descendencia, todos los países europeos, pero principalmente los Austrias y los Borbones, trabajaban incansablemente en favor de que en caso de fallecimiento del rey, poder colocar a uno de los suyos en el trono de España. Alrededor del rey andaban, además de la reina Mariana, el cardenal Portocarrero, su hombre de confianza, Mendoza el inquisidor general, el confesor Torres-Padmota , Ubiña el secretario del despacho y otros muchos aduladores. El cardenal Portocarrero en 1700, viendo la proximidad de la muerte del rey sin descendencia y sin haber hecho testamento, se las arregló para apartar del lecho del rey, durante unas horas, a todos los que le rodeaban que no eran de su partido, incluida la reina, con el pretexto de ayudarle a morir cristianamente. Realmente lo que hizo fue convencerlo de que a su muerte, por el bien de España, el nuevo rey tenía que ser un Borbón, concretamente Felipe de Anjou, duque de Anjou y nieto de Luis XIV, que era el que realmente movía los hilos de esta operación desde Versalles.
Una vez firmado el testamento por el rey, guardado en un sobre y lacrado, después de una falsa mejoría durante la tarde del día anterior, el día 1 de noviembre de 1700, entre las 2 y las 3 de la tarde fallecía Carlos II, después de haber recibido los sacramentos de la Penitencia, Comunión y Extremaunción. Dejaba nombrado al cardenal Portocarrero como lugarteniente y Gobernador absoluto del Reino hasta la llegada del nuevo rey.
No resulta difícil imaginar el revuelo y expectación (solo se podría equiparar a la expectación de Sánchez durante sus cinco días de reflexión) que había por los pasillos y dependencias del Palacio ante la apertura del testamento del Rey difunto. Ministros extranjeros y magnates del reino estaban impacientes ante la inminente apertura del misterioso testamento que afectaría no solo a España, sino a toda Europa. De una forma especial estaban nerviosos los embajadores francés y austriaco. Se cuenta en las Memorias de San Simón que estando todos expectantes salió el duque de Abrantes y saludó primero con mucha afectuosidad al embajador de Austria, y después de cruzarse muchas cortesías, le dijo el duque: “Tengo el mayor placer, mi buen amigo, y la satisfacción más verdadera en despedirme para siempre de la ilustre casa de Austria” ¡Qué mala leche” que diría un castizo. El de Austria se quedó sobrecogido, mudo y pálido ante esta burla, mientras que el embajador francés Blécourt no podía controlar su alegría reflejada en el rostro de forma ostentosa. Desde el momento en que se abrió el testamento, Felipe de Anjou se convirtió en el Rey Felipe V de España, el primero de los Borbones. Empezaron los preparativos del traslado desde París y el 28 de enero de 1701 el rey puso pie en suelo español, llegando a Madrid el 18 de febrero y aposentándose en el palacio del Buen Retiro. La pregunta que nos hacemos todos es ¿Qué hubiera pasado si hubiese reinado el archiduque Carlos de Austria? ¿Se hubiese evitado la Guerra de Sucesión Española? Cualquier afirmación en un sentido o en otro es ciencia ficción y en la Historia solo cuentan los hechos reales.
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