La tribuna
Seguimos sin entender a Sánchez
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París bien vale una misa” frase que se le atribuye al Rey Enrique IV de Francia, calvinista él, pero que adjuró de su religión, sin pensárselo dos veces, convirtiéndose al catolicismo, condición necesaria en aquellos años en Francia, para sentarse en el trono.
Yo no pierdo la esperanza, y no puedo concederme un plazo muy largo, dada mi edad, de saber algún día por qué Pedro Sánchez no ha asistido a los actos celebrados en París los días 7 y 8 de diciembre, con motivo de la inauguración de la reconstrucción de la Catedral de Notre Dame de París, sin duda una de las más importantes y simbólicas de la cristiandad. Paris sigue valiendo una misa, un funeral o una boda. Por problemas de vuelo no ha sido, porque Sánchez siempre tiene en la puerta de Moncloa su falcon, repostado a tope y con la despensa a rebosar; por falta de tiempo tampoco, puesto que él decide lo que es rentable políticamente y lo que no es. Ya nos ha anunciado a los españoles que este año lo dedicará a celebraciones de todo tipo para celebrar los 50 años de la muerte de Franco ¡Pues ojo Presidente! Porque un amigo mío residente en París me ha dicho que Donald Trump, bolígrafo en mano, pasó lista en la catedral de Notre Dame. Luego querremos vender nuestras aceitunas, nuestro aceite y nuestros vinos en Estados Unidos. Porque no quiero pensar que no fue a París temiendo a las pitadas ¡Pero hombre, si el pitido de los gabachos es mucho más suave y armonioso que el ibérico!
Tampoco sabemos los españoles por qué no ha asistido ningún representante de la casa real española al acto parisino, aunque sospecho, porque no tengo otra salida, que el Rey, la Reina o la Reina Emérita han sido vetadas por Pedro Sánchez.
El otro asunto que debería explicar Pedro Sánchez más pronto que tarde y con toda claridad, es el porqué de su no asistencia al funeral que se ha celebrado en la catedral de Valencia el pasado día 9 por las más de 200 víctimas de la riada de Valencia del 29 de octubre. En su visita anterior se escapó por los pelos y huyó como un cobarde dejando a los Reyes solos. La imagen del tío de la garrota lo perseguirá toda la vida y en más de una ocasión se despertará llorando. Estos daños colaterales no los contempló durante su famosa reflexión de 5 días. Este lance vergonzoso de Sánchez fue televisado y visto en todo el mundo; ahí no caben interpretaciones.
Carles Puigdemont ha dicho hace unos días que “Pedro Sánchez no es de fiar”. Es en lo único que estoy de acuerdo con este delincuente. Este comic que se está rodando en España, es esperpéntico; se trata del mayor espectáculo del mundo en tecnicolor y con guion de Franz Kafka. El argumento es muy sencillo: se relatan las fechorías que llevan a cabo un prófugo catalán y y un malabarista con mucho poder que poco a poco se va transformando en peligrosa araña que destruye y mata todo lo que encuentra. La película termina con la araña transformada en cebra.
Si califico a Sánchez de mentiroso no puede ofenderse, ya que ha afirmado cosas “hasta 20 veces” y unas horas después ha hecho lo contrario. Si le llamo traidor no puede ofenderse porque está vendiendo España por un plato de lentejas, de las antiguas, de aquellas que estaban llenas de cocos. Si le llamo cobarde… no puede ofenderse porque algunas imágenes de las riadas de Valencia han quedado gravadas para siempre. No son bulos, ni fango, ni opiniones particulares, son hechos que han quedado grabados para siempre. El fango lo ha dejado Vd. en las calles, hogares y en los rostros de los valencianos a los que no quiso ver de cerca. Sánchez no tiene el valor reconocido, por supuesto, pero es que ni se le supone.
Definir a Sánchez con adjetivos resulta una labor tediosa y prolija. En las tertulias cafeteras de estas mañanas frescas, que no frías de Almería, hablamos de todo y ayer he incorporado una palabra nueva a mi vocabulario, que utilizó uno de los tertulianos, aunque aún no la haya recogido la RAE. Se trata de “pesán”, porque Pedro Sánchez es el compendio de todas las maldades, bajezas y actitudes rastreras y abyectas reunidas en una sola persona. Son más de 50 epítetos reunidos en una sola palabra, lo que facilita y agiliza las cosas a la hora de hablar o escribir de Pedro Sánchez o de alguien que se le parezca, en cuyo caso diríamos: “Es un pesán” y queda perfectamente enmarcado.
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