La tribuna
José María Martínez de Haro
Feliz Navidad
La tribuna
Reconocer que, ante tanto cinismo en el hacer y en el hablar, quedan pocas opciones para entender la realidad que se vive, esa tan distinta situación de la que se cuenta. Ejemplos de desvergüenza en el mentir o en la defensa o práctica de doctrinas vituperables, como la define la Real Academia Española, los hay por doquier, y del tamaño que se quiera. Se pueden encontrar entre las grandes decisiones políticas, estratégicas, militares, empresariales y hasta en las más insignificantes conversaciones de café. Y, como para todo hay que tener un orden si se quiere mantener la cordura, más vale ir de mayor a menor para destapar la desfachatez con que se miente, un cáncer que permeabiliza los tejidos sociales. Una metástasis en nuestro mundo que, diagnosticada, puede tener terapia: la libertad que da decir la verdad.
Hace pocas semanas, un buen ilustrado compañero de armas exponía con total rotundidad que el campo de batalla se ampliaba con cada paso de la tecnología, ya fuese por aplicación directa en el diseño de los sistemas de armas, como por el empleo de nuevas técnicas en otras áreas de innovación y desarrollo. Así, a los tradicionales espacios: tierra, mar y aire; se sumaron el espacial y cibernético y, en estos últimos tiempos, eso que llaman "el dominio cognitivo", esto es, todo aquello que engloba sensaciones, suposiciones y conductas del ser humano que influyen en la toma de decisiones. Un territorio virtual nada ficticio, donde la desinformación y la manipulación informativa son las armas a emplear.
La guerra en Ucrania es uno de esos ejemplos donde están presentes esos espacios, campos de batalla o dominios, como les quieran denominar. Se combate en todos ellos. Sin embargo, hay que reconocer una clara diferencia entre lo que sucede en los tangibles espacios tradicionales (tierra, mar y aire) donde los muertos, heridos, desaparecidos, desplazados y exiliados son una realidad y lo que acontece en el mundo virtual del ciberespacio o en ese nuevo dominio cognitivo donde, si hay bajas, son sin sangre y capaces de resurgir como en un videojuego. En Occidente vence el persistente relato ucraniano en ese nuevo dominio donde, precisamente, se cuenta únicamente lo que conviene y se deja de narrar lo que es adverso, una forma de cinismo cruel. Sin embargo, tanta crónica mediática contrasta con tanto silencio de las agencias de inteligencia, donde se trabaja sobre la realidad, con información y análisis, algo que hace pensar que las cosas podrían ser de otra manera.
Si se deja el contexto internacional y se mete uno en el ámbito doméstico, nada tan significativo, para observar el cinismo que nos rodea, como la respuesta de un diputado secesionista catalán que, en un fluido español de Cataluña, se negaba a contestar a las preguntas del reportero parlamentario al esgrimir, como escusa, el desconocimiento del idioma de Cervantes. Un descaro y una desvergüenza que muestra hasta qué punto caló el desprecio hacia los demás en las ideologías sectarias que se sostienen con la ignorancia intelectual y el continuo enfrentamiento social. Y, a pesar de lo obvio de la muestra de esa actitud cínica, poco o nada sucedió. Se dio por ingeniosa la actitud del diputado, cuando en realidad fue la zafia ofensa de un rufián.
Y como no hay dos sin tres, si se abandona el ámbito público y se mete uno en lo privado, nada tan significativo de esa inclusión del cinismo, como las permanentes cantinelas de quienes, sin tener otra cosa en que pensar y mucho menos en que trabajar, decidieron meterse en la vida de los demás y, en un intento de desacreditar la opinión de los ajenos, engañar a niños y mayores con un nuevo léxico y una estúpida gramática donde confunden la realidad de machos y hembras que dicta la naturaleza con los infinitos comportamientos sexuales del ser humano. Algo que defienden, con el más puro sentido cínico, al saber que es una doctrina reprochable.
Malo es que las teorías cínicas de quienes viven el universo virtual estén presentes hoy en el mundo real de las relaciones internacionales, la política doméstica o el quehacer del día a día, pero resulta preocupante y demoledor para una sociedad que se acepten tales presupuestos teóricos y se impongan como base de la educación de las generaciones futuras. Así pues, contar lo dicho forma parte de manifestar lo que se piensa, esto es, decir la verdad, eso que hace libre al ser humano.
También te puede interesar
La tribuna
José María Martínez de Haro
Feliz Navidad
La tribuna
Negacionismo, judeofobia e hipocresía
La tribuna
Seguimos sin entender a Sánchez
La tribuna
No valdrá la pena