Javier Soriano Trujillo

Mi memoria democrática

La tribuna

11923876 2025-04-21
Mi memoria democrática

El pasado martes 15 de abril, presidido por el Ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, se reunió en el Complejo de La Moncloa la Comisión Interministerial de la resignificación del Valle de Cuelgamuros (de los Caídos), con la asistencia de dos Vicepresidentas y 4 Ministros (as). Ímprobo esfuerzo en aras de la imposición de una memoria colectiva selectiva.

Si imaginamos un péndulo con su movimiento de un lado a otro, después de escorarse a un lado como consecuencia lógica de una cruenta guerra civil, a los 50 años de la muerte de Franco (en la cama, a pesar de los antifranquistas de “toda la vida”), lo pretenden escorar al lado contrario con la pretensión de volver a 1931, con la 2ª República, a lo que llaman “la legalidad”, borrando todo vestigio del periodo tan convulso de nuestra historia que va del 31 al 78, en vez de llevar el péndulo al centro, sin perder el equilibrio.

Pero por mucho que se empeñen, al menos a mí no me van a cambiar la memoria de lo que he vivido y dudo mucho que lo consigan con las nuevas generaciones. Nací en 1960, a los pocos años de la firma de los Pactos con Estados Unidos que rompieron nuestro aislamiento internacional, dando paso al boom económico y social con la popularización del SEAT 600 y la segunda vivienda de veraneo. Y aunque en mi familia no hay antecedentes militares, ya de pequeño me entró la vocación por la milicia, y a esas edades lo más parecido que había era el Frente de Juventudes, ingresando como flecha en la Organización Juvenil Española (OJE), donde coincidí con futuros próceres de nuestra izquierda y extrema izquierda que no dudaban en entonar las canciones patrióticas franquistas a voz en grito, y donde tuve la oportunidad de salir de mi casa con un “coste cero”, asistiendo a campamentos como el de Don Juan de Austria y Laujar, en la provincia, y en los de Sada (Ría de Betanzos) y Llano Amarillo (en la Granja de San Ildefonso). Canté el Cara al Sol, como la mayoría de mis compatriotas de la época y cubrí carrera a Franco a la entrada del Pazo de Meirás. Fue una infancia feliz, y en mi entorno no vi nada de lo que ahora me quieren imponer. Y a la muerte de Franco, tampoco vi oleadas de antifranquistas en las calles celebrándolo, al contrario, faltaron autobuses para llevar a los almerienses que quisieron asistir al funeral en el Valle de los Caídos, donde he estado dos veces, como miles de compatriotas.

Cuando realmente empecé a ser consciente de la situación política fue al ingresar con 17 años en la Academia General Militar; en el primer fin de semana que tuvimos libre, recuerdo perfectamente al Capitán de servicio reunirnos para aleccionarnos con la seguridad ante posibles atentados terroristas; corría el año 1979, ya con la Constitución en vigor, pero con los asesinos etarras en el inicio de los conocidos como “años de plomo”, puesto que ETA no luchó contra Franco (no pudo), sino contra el actual Estado de Derecho. Veníamos de una dictadura, e ingresé en un Ejército acusado de garante de ese régimen, y que vivimos el cambio de régimen con la pérdida de compañeros caídos por las balas de unos mal nacidos compatriotas nacionalistas de extrema izquierda, hoy presente su rama política en las Instituciones, que nos mantuvimos leales a nuestro Mando

Supremo, a Su Majestad el Rey, en los momentos críticos del 23F, que sufrimos un continuo cambio de estructuras (como no recordar los planes Meta, Reto, y Norte), cambios de estructuras que nos afectaron en la vida familiar (cambios de destino de un día para otro), pero supimos ser fieles a nuestro juramento, en silencio, siempre en silencio. Hemos sido el colectivo garante de la libertad y el estado de derecho que más ha sufrido para ello; les tengo que recordar, puesto que parece que ya no nos acordamos, que en pocos colectivos les han tenido que explicar a sus hijos porqué sus padres teníamos que mirar todas las mañanas los bajos del coche, porqué teníamos que mirar por la ventana si algo había cambiado en la calle antes de salir, y lo más duro, no poder vestir el uniforme por la calle en nuestra propia tierra. Y esto, ¡¡¡en un Estado de Derecho!!! Y ahora, mi paisano FM, al que no fue suficiente su fracaso como primer edil de su ciudad, movido por un visceral odio a los que no piensan como él, con todos los recursos del poder a su disposición, pretende imponerme su memoria, que no es la mía. De nuestro refranero: De ilusión también se vive.

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