Juan José Tonda Manzano

El Grifo de Almería que no es de Almería

La tribuna

11918007 2025-04-18
El Grifo de Almería que no es de Almería

El Grifo es un ser mitológico que ya aparece dibujado en frescos del Egipto faraónico o tallado en capitales de columnas en Persépolis como un animal híbrido de águila y león con orejas de caballo y algunos otros atributos. La mitología greco-romana los asocia al dios Apolo y el cristianismo los asimila como gárgolas o quimeras que con su aterrador aspecto guardan las catedrales góticas. Esta persistencia a lo largo de la Historia se materializa no solo en el arte mayor sino también en objetos decorativos o útiles tal una fuente de agua que mana de su boca, forma original y razón de por qué se llaman así los familiares grifos que tenemos en casa. El que hoy nos ocupa campeó sobre una columna ante la Catedral de Pisa desde nadie sabía cuándo hasta que en1828 se sustituyó por una réplica y el original se trasladó al Museo de la Obra del Duomo aprovechándose la ocasión para estudiarlo; se comprobó que es de bronce, hueco y con una extraña cámara esférica en su interior y que su cuerpo está ceñido por una orla con inscripción laudatoria en árabe. Pero el misterio de sus orígenes, cuando y como llegó a Pisa siguió sin resolverse. Porque por muy sorprendente que parezca, ni en los bien nutridos archivos pisanos ni en ningún otro se ha encontrado documento alguno que aclare la historia del grifo y por el contrario, los que lo citan advierten que ya en el siglo XII la figura estaba sobre la columna pero nadie sabía su procedencia, cuando y como llegó hasta allí. Para confusión de investigadores, desde la Edad Media hasta hoy se acumulan referencias al grifo en crónicas y estudios que solo aportan más confusión; se documenta por ejemplo, que en el siglo XI ya rumoreaba que se encontró al excavarse el solar para construir la catedral, otras crónicas aseguran que fue traído desde Egipto por un mercader, otros documentos lo identifican como botín de guerra tomado por los marinos pisanos a unos piratas musulmanes frente a Túnez mientras otros apuntan a las Baleares o Denia como origen del preciado botín. Y lo mas curioso es que no aparece Almería por documento alguno. Así que a falta de documentación que pudiera aportar credibilidad historiográfica a la “historieta” del origen almeriense del grifo, revisamos la vía arqueológica, el objeto en sí que no es otro que una estatua de bronce en estilo naturalista que recuerda a obras antiguas representando un ser mítico conocido de antiguo en Egipto, Persia, Grecia o Roma. O sea, que el grifo es un “ídolo” fundido en bronce, cosa prohibida por las leyes islámicas contrarias a las representaciones naturalistas y mucho menos de un ídolo aunque entre las élites y en un marco palaciego se reutilizaron antiguas figuras a las que se les adosaron textos y alabanzas en árabe, tal los leones de la Alhambra, la cierva de Medina Azahara ¿y por qué no el grifo? Pero es que además no se han documentado fundiciones de bronce en la Almería musulmana pese a las exhaustivas, cansinas y exageradas referencias de los cronistas islámicos a los talleres almerienses de seda, madera, marfil, hierro, plata, oro, vidrio, cobre…y ni pio sobre trabajos de bronce que además en el caso del grifo de Pisa refleja un muy alto nivel tecnológico. En definitiva, históricamente no hay por donde coger el presunto origen almeriense del Grifo de Pisa que ni en Pisa saben de donde vino. Claro que si la historiografía dice que nanay, siempre queda el recurso a la fabulación y las leyendas hábilmente cocinadas por presuntos cronistas de mesa de camilla mezclando hechos acaecidos y hechos supuestos, usando las fechas a conveniencia y hasta alusiones a objetos mágicos, brillantes civilizaciones perdidas y demás tramoya propia de una película de Indiana Jones. Así se ha cocido la leyenda del famoso “catino”, plato de esmeraldas o Santo Grial que los genoveses se llevaron de Almería tras la toma de 1147 o la también famosa puerta “de la bocaria” (pasmaos con la boca abierta que se quedaron) sustraída en aquel mismo hecho por el Conde de Barcelona y allí llevada; lo curioso es que el catino no está en ninguna parte y la puerta cualquiera sabe de donde y como llegó a Barcelona. Por último hay un tercer nivel de “relato histórico” construido desde una particular visión actual y crítica (“presentismo”) favorable a determinados intereses ideológicos sin que importen mucho los datos objetivos que pasan a ser mero “material” que el “historiador” corta, pega, infla, desinfla, antepone, pospone para la construcción del relato (constructivismo) tal las llamadas “memorias históricas” con un campo de interés que no se limita a la Guerra Civil y el Franquismo como podría creerse sino a cualquier época, y el mito de un “al-Andalus” que pregonan culto, tolerante, refinado en contraposición con los estados cristianos fanatizados, incultos y expoliadores (el clásico maniqueísmo de “buenos y malos”) es objeto recurrente de este tipo de “historias” que a veces se cocinan en espacios “académicos” supuestamente de gran seriedad y fiabilidad; por ejemplo, el Museo Arqueológico Nacional, dependiente del no menos acreditado Ministerio de Cultura, que hace unos años montó una exposición sobre el metal en al Andalús en la que se expuso el grifo (o una copia) afirmando que la expoliaron los pisanos en una supuesto ataque a Almería en el siglo XI. La cuestión es que por muy Museo Arqueológico que sea y muy Ministerio de Cultura que es, el origen almeriense del grifo no se sostiene en nada. Y desde luego la moción presentada por un concejal de “Podemos” ante la Corporación no cambia nada, no aporta nada y no creo que vaya más allá de crear un ruido mediático a la espera de que aparezcan las consabidas batucadas y el tío del megáfono.

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