La tribuna
José María Martínez de Haro
Feliz Navidad
La tribuna
Queridos lectores corresponde un merecido paréntesis, observar diariamente el panorama político, conocer, analizar y escribir sobre tanta miseria humana resulta agotador. Hoy se trata de evocar la Navidad. Hay tradiciones que soportan el paso de los años y los siglos, la Navidad es el mejor ejemplo de ello. Singularmente en España alcanza altas cotas de festividad y alegría. Calles y plazas iluminadas, belenes, árboles de navidad, cabalgatas, panderetas y villancicos.
Cuando yo era niño mi pequeño pueblo olía a leña de horno a canela y azúcar. Las calles se llenaban de gentes cantando villancicos al son de zambombas, panderetas o una botella de anís rascada con una cucharilla. Hay algo en estas fechas que las hace únicas, como si el calendario nos regalara un instante fuera del tiempo, un momento para detenernos, respirar y mirar a nuestro alrededor con otros ojos. Es la magia de la Navidad, esa que no se encuentra en los escaparates llenos de luces ni en los catálogos interminables de regalos, sino en los gestos pequeños, en las sonrisas espontáneas y en las reuniones que llenan de calidez incluso los días más fríos.
Las luces que adornan nuestras calles no solo iluminan las noches de diciembre, sino que parecen encender también nuestros recuerdos. Porque la Navidad tiene ese poder: nos lleva de vuelta a la infancia, a los momentos en que creíamos que todo era posible, cuando el mundo parecía más sencillo y los días estaban llenos de ilusión. ¿Quién no ha sentido alguna vez esa nostalgia dulce al escuchar un villancico o al contemplar un Belén o el brillo de un árbol de Navidad decorado con esmero? .Es el momento de reencontrarnos con lo esencial, con lo que realmente importa. En un mundo que a menudo nos empuja a correr sin descanso, estas fechas nos invitan a detenernos, a valorar lo que tenemos, a compartir con los demás y a agradecer. Porque, aunque a veces lo olvidemos, siempre hay algo por lo que dar las gracias: una familia, unos amigos, un techo bajo el que resguardarse o simplemente el hecho de estar aquí, vivos, con la oportunidad de seguir adelante.
Y sí, es cierto que para algunos la Navidad puede ser un tiempo difícil. Las ausencias se sienten más intensas, las heridas parecen abrirse, y la alegría que inunda las calles contrasta con lo que cada uno lleva dentro. Pero incluso en esos momentos, la Navidad nos ofrece una oportunidad: la de encontrar consuelo en los recuerdos, en los lazos que permanecen y esperanza en lo que está por venir. Es un tiempo para unirnos, para tender una mano a quien lo necesita y para recordar que no estamos solos.
Uno de los mayores regalos en estas fechas de fraternidad y amistad es su capacidad para reunirnos. Las mesas se llenan de platos y risas, las conversaciones fluyen y por un momento, dejamos de lado las preocupaciones diarias para concentrarnos en lo que realmente importa. Las familias se reencuentran, los amigos se buscan, y las distancias, ya sean físicas o emocionales, parecen acortarse. No importa cuántas veces lo vivamos, siempre hay algo especial en esa magia que solo estas fechas pueden crear.
Y, por supuesto, están los niños, los grandes protagonistas de la Navidad. Su entusiasmo es contagioso, su capacidad de asombro, infinita. Para ellos, todo es posible: desde el vuelo de un trineo guiado por renos hasta la llegada de los Reyes Magos cargados de regalos. Sus risas iluminan las casas, sus preguntas nos desarman y su ilusión nos recuerda lo que significa realmente la Navidad. Son fechas de celebración y recuerdos y también es un tiempo de reflexión. Al final del año es inevitable mirar atrás y hacer balance. Pensar en lo que hemos vivido, en los retos que hemos enfrentado, en las alegrías que hemos compartido, en los familiares y amigos que ya no están en la mesa con nosotros. En mi casa la celebramos al modo tradicional, en familia. Mi mujer se esmera cada año en montar un Belén con imaginación y habilidad da vida a aquel nacimiento que iluminó la era que nos ha tocado vivir. También el árbol de navidad con sus luces y sus bolas relucientes. Debajo de ese árbol se ponen los regalos y en la cena de Nochebuena cada uno abre el suyo con emoción, los niños siempre como referencia de la ilusión, la inocencia y la alegría. Y como buen pueblerino que soy antes de recoger los regalos los niños están “obligados” a cantar algunos villancicos con letras y tonos propios de Garrucha con toque de panderetas, yo me limito a rascar la botella de anís con una cucharilla mientras aguanto alguna lágrima. Y para terminar de comentar esta celebración, traigo a nuestra mesa lo mejor de la mar de Garrucha, mi mujer hace una sopa marinera garruchera .Cada año explicamos esto a nuestros hijos y nietos que se sorprenden de la exquisitez de un sabor netamente mediterráneo. Y como pueden imaginar la cosa continúa con un festival de polvorones, roscos de vino, turrones y mazapanes regado todo con vinos de Jerez. Una navidad con toda la potencia de esa maravilla de sabores que ofrece esta bendita tierra que es Andalucía y este maravilloso país donde hemos tenido la fortuna de nacer; España.
He inculcado a mis hijos y nietos que recuerden estas fechas y que procuren continuar con la tradición. También que estas son fechas singulares para ser generosos con los demás, no solo con regalos sino con nuestro tiempo, con nuestra atención, con nuestras palabras, visitar a alguien que se sienta solo, llamar a ese amigo con el que hace tiempo no hablamos. Esos gestos son los que realmente dan sentido y señalan vivamente el espíritu navideño. Tal vez por esa actitud permanente inculcada por mis padres, Garrucha, mi pueblo me ha reconocido con un nombramiento muy especial que llevo grabado en el corazón mientras viva.
Queridos lectores no quiero ser pesado y para concluir les invito a vivir la Navidad con plenitud. A dejarse llevar por la magia, a reconectar con sus seres queridos, a mirar al futuro con esperanza. Que las luces no solo iluminen las calles, sino también los corazones. Que el calor de sus hogares se extienda más allá de sus puertas y se abran a la alegría compartida. Y, sobre todo, que recuerden que la Navidad no es solo una fecha en el calendario, sino un estado de ánimo, una invitación a soplar con fuerza para arrojar a las tinieblas los malos momentos y compartir todo el cariño acumulado durante el año que acaba.
Todo lo escrito es para desearles unas fiestas llenas de alegría, paz y amor. Que el espíritu navideño nos acompañe no solo en estos días, sino durante todo el año que está por comenzar. Nota final; si alguien resulta afortunado con la lotería de hoy 22 de diciembre que se ponga en contacto conmigo que estoy dispuesto a celebrarlo juntos.
Feliz Navidad, amigos lectores
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