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En un artículo publicado por Europa Press, el 24 del presente mes, con ocasión del homenaje a “Los Coloraos”, se cita al periodista Jesús Vigorra quien en su papel de pregonero del Ayuntamiento para esta conmemoración oficial, se ha referido a que, fuera de Almería, no sea especialmente conocido este hecho, “al margen de los estudios, el desconocimiento es total”, quizás porque “nuestros ‘Coloraos’ no tuvieron ni un Lorca, ni un Espronceda, ni un Gisbert, que fijaran su aventura”.
Sin embargo, Espronceda si tuvo un papel con relación a Los Coloraos, porque conocía la gesta de esta expedición liberal sobre Almería, ya que fue amigo, nada menos que de Pablo Iglesias González, el Comandante en Jefe de la marítima expedición y, durante el Trienio Liberal que restauró la Constitución del 12, fue regidor electo en el Ayuntamiento de Madrid y cuando la Guardia Real, protagonizó una asonada en 1822 (alentada en la sombra por Fernando VII) para restaurar el absolutismo, como capitán de la Milicia Nacional, al mando de su compañía, desalojó a los sublevados de la Plaza Mayor que emprendieron una vergonzosa retirada hasta refugiarse bajo los muros del Palacio Real.
Parece, por lo tanto que a nuestro Pablo Iglesias de los Coloraos, no le faltaba solvencia acreditada ni tampoco curriculum liberal que esgrimir y viene al caso citarlo porque a estos mártires de la libertad, como también son conocidos, se les ha tildado alguna vez como simples aventureros cuando no de mercenarios. Corriendo los años, también Espronceda, a la vuelta de su exilio, formó parte de la Milicia Nacional y por lo tanto Espronceda como Iglesias, compartieron un mismo contexto histórico, ideológico y geográfico y de la amistad entre los dos, tenemos la muestra fehaciente en un testimonio del periodista y escritor, contemporáneo de ambos y biógrafo de Espronceda, Rodríguez Solís refiriéndose a las solemnes exequias de Pablo Iglesias, el domingo 26 de junio de 1836 en Madrid: el 20 de Junio, y en el mismo periódico, [diario el Español,] con motivo de las exequias de D. Pablo Iglesias, escribió Espronceda, para la lápida del nicho de su amigo, el siguiente cuarteto:
Mártir sublime de la patria un día
Fue honor y gloria del hispano suelo;
Y ora del libre, luminoso guía,
Astro de libertad brilla en el cielo1
Este epitafio de Espronceda, en forma de cuarteto, dedicado a Pablo Iglesias, no es conocido por el gran público y ni siquiera por todos los especialistas ya que tuvo una trayectoria azarosa: en primer lugar, fue publicado póstumamente, al margen de su reproducción en la prensa de la época, tras el acto citado, en honor de Pablo Iglesias González, al que asistieron personajes destacados del liberalismo2 como Mendizábal, Beltrán de Lis, Pedro Rico y Amat y el propio Espronceda, ofreciéndonos una muestra más de su compromiso con el liberalismo y con las víctimas de la reacción absolutista, como en el caso que nos ocupa.
Como colofón final que contribuyó decisivamente al extravío del cuarteto, con la primera publicación de sus obras completas, tanto publicadas en vida de Espronceda, como póstumas, ya a las alturas de 1954, por José Campos3, quien si bien en su reseña biográfica afirma que, en el número del 20 de junio se publica el epitafio para la lápida de Pablo Iglesias, regidor de Madrid y capitán de la Milicia, ajusticiado en la era absolutista, pero el autor no sólo no reproduce el contenido del epitafio tras esta mención, sino que en la reproducción del cuarteto en el apartado de obras, lo titula erróneamente, EPITAFIO A GUARDIA. La causa del error no fue otra que a raíz de otro epitafio de Espronceda, dedicado al Sr. Guardia, apellido, oficial de la Milicia Nacional, muerto por otro zarpazo de la reacción, ya en 1841, tras el soneto que le dedica, el Sr. Campos pone el cuarteto a continuación del soneto porque ¡oh casualidad! el soneto empieza con el mismo verso que acaba el cuarteto: Astro de libertad brilla en el cielo.
Afortunadamente, en el siglo XX, el hispanista Robert Marrast, ya citado, pone el punto final a este malentendido, restituyendo el cuarteto a la primigenia intención del poeta, su inscripción en la lápida de su amigo y correligionario.
Agradezco sinceramente, que Jesús Vigorra me estimule a escribir este artículo, con sus interesantes alusiones a la relación entre historia y arte, citando además la repercusión, en la gesta de Torrijos, el famoso cuadro romántico de Gisbert, con la escena del fusilamiento en la playa de Málaga, siete años después que el de los Coloraos pero me gustaría, por último, añadir que Espronceda, de quien fue amigo, le dedicó un soneto, también póstumo: A la muerte de Torrijos y sus compañeros y un romance a su viuda, con la que mantuvo su amistad hasta el final: A la señora de Torrijos. Ningún afán de erudición ni de impugnación han motivado estas líneas, impulsadas por un doble motivo: mi contribución a la tarea de los Coloraos, con la restitución de este cuarteto, a cuya asociación me honro pertenecer y mi actual dedicación, culminando una obra que tiene como objetivo estos mismos temas.
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