Javier Soriano Trujillo

El contubernio de Munich

La tribuna

10470323 2025-01-18
El contubernio de Munich

18 de enero 2025 - 03:10

En el “año nacional de Franco” no está de más recordar hechos durante la dictadura que pusieron de relieve el afán reconciliador de las distintas fuerzas del espectro político nacional, como el que se produjo en 1962, llamado por los franquistas como “contubernio de Múnich”. En la primera semana de junio de 1962 se celebró en la ciudad alemana de Múnich, en el seno del Movimiento Europeo Internacional (MEI), su IV congreso, con el propósito de debatir acerca de la democratización de las Instituciones europeas. Pero antes de proseguir, es oportuno saber que el MEI es una organización internacional que se fundó en 1948 con el objetivo de promover la paz, la democracia y la integración europea, siendo la mayor red paneuropea de organizaciones nacionales, con el objetivo de promover nuevas ideas sobre el futuro de Europa, suscitar el debate sobre la arquitectura de la UE, así como desarrollar propuestas de futuro en favor de la cooperación y la integración europeas, basadas en los principios de paz, democracia, libertad, solidaridad, igualdad, justicia, respeto de los derechos humanos y Estado de Derecho. 118 políticos españoles se dieron cita en este IV Congreso, la gran mayoría de ellos (80) procedentes de territorio nacional, mientras que los 38 restantes en el exilio, estando representadas tendencias políticas tan dispares como democristianos, monárquicos, socialdemócratas, sindicalistas, católicos, liberales, republicanos, nacionalistas vascos y catalanes, excepto los comunistas. Lo que fue sorprendente en este Congreso es que por primera vez desde la guerra civil, se “veían las caras” la derecha e izquierda históricas, con José María Gil-Robles (democristiano) por un lado y Rodolfo Llopis (socialista) por otro, encontrándose frente a frente el grupo de asistentes residiendo bajo la dictadura con el de los exiliados. Estos 118 asistentes españoles aprobaron por unanimidad la siguiente resolución:

“El Congreso del Movimiento Europeo estima que la integración, ya en forma de adhesión, ya de asociación de todo país a Europa, exige de cada uno de ellos instituciones democráticas, lo que significa en el caso de España, de acuerdo con la Convención Europea de los Derechos del Hombre y la Carta Social Europea, lo siguiente: 1. La instauración de instituciones auténticamente representativas y democráticas que garanticen que el Gobierno se basa en el consentimiento de los gobernados. 2. La efectiva garantía de todos los derechos de la persona humana, en especial los de libertad personal y de expresión, con supresión de la censura gubernativa. 3. El reconocimiento de la personalidad de las distintas comunidades naturales. 4. El ejercicio de las libertades sindicales...5. La posibilidad de organización de corrientes de opinión y de partidos políticos...Los delegados españoles, presentes en el Congreso, expresan su firme convencimiento de que la inmensa mayoría de los españoles desean que esa evolución se lleve a cabo de acuerdo con las normas de la prudencia política, con el ritmo más rápido que las circunstancias permitan, con sinceridad por parte de todos y con el compromiso de renunciar a toda violencia activa o pasiva antes, durante y después del proceso evolutivo.” En el trascurso del debate, el socialista Rodolfo Llopis le pidió al monárquico Joaquín Satrústegui que transmitiera al Conde de Barcelona el siguiente mensaje: “El PSOE tiene un compromiso con la República que mantendrá hasta el final. Ahora bien, si la Corona logra establecer pacíficamente una verdadera democracia, a partir de ese momento el PSOE respaldará lealmente a la Monarquía”.

Ni qué decir tiene que al regreso a nuestra Nación de los asistentes no exiliados (de centro y derecha fundamentalmente), estos fueron “debidamente” represaliados por el régimen franquista. Este Congreso supuso el surgimiento de una oposición al régimen joven y europeísta en la que los vencedores y vencidos de la guerra civil se dieron la mano por primera vez para superar el pasado y unirse en un frente común contra la dictadura, renunciando a toda violencia activa o pasiva antes, durante y después del proceso evolutivo. Hay que tener en cuenta que mucho de lo acordado en Munich sirvió de base en la transición.

Ahora, seis décadas después, el “contubernio de Munich” no tiene un “hueco” en la memoria democrática, quizás sea porque en Munich, en 1962, derechas e izquierdas se dieron la mano en un ejemplo de reconciliación que pretenden que olvidemos.

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