Javier Soriano Trujillo

Se armó la de San Quintín

La tribuna

8003463 2024-08-03
Se armó la de San Quintín

03 de agosto 2024 - 03:08

El“se armó la de San Quintín” es una expresión que antaño se utilizaba para hacer referencia a un lio, pelea o situación conflictiva y polémica. Su origen se remonta a agosto de 1557, por lo que precisamente en este mes se cumple el 467 aniversario de este dicho. San Quintín es una ciudad francesa situada en el departamento de Aisne, en la región de Alta Francia. En sus inmediaciones, el 10 de agosto del año ya indicado, nuestras tropas imperiales al mando de Manuel Filiberto, Duque de Saboya, se enfrentaron a un ejército francés al mando del Duque de Montmorency, en el marco de la guerra contra Francia por el dominio del Reino de Nápoles.

Esta guerra tiene su origen en las intrigas políticas del Papa Paulo IV, que en un intento por expulsarnos de Nápoles, su tierra natal, y de la península italiana como objetivo final, así como acabar con la hegemonía europea de la Casa de Habsburgo, incitó al Rey Enrique II de Francia a atacar nuestras posiciones en Nápoles, aprovechando el momento de sucesión en nuestra Corona por la abdicación de Carlos I en su hijo Felipe II. Francia, con quien nuestro Reino acababa de firmar el tratado de Paz de Vaucelles (1556), rompió este tratado, y dirigió sus Ejércitos contra nuestras posiciones en el sur de Italia, donde el Virrey de Nápoles, Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba, tomó la iniciativa adelantándose a las intenciones de los franceses, marchando sobre Roma y derrotándolos en sucesivas ocasiones. Simultáneo a estas acciones en Italia, nuestras tropas en Flandes penetraron en territorio francés, y en las inmediaciones de San Quintín, el 10 de agosto, Día de San Lorenzo, entablaron batalla con fuerzas francesas, consiguiendo una victoria decisiva. Felipe II, que se encontraba en Cambray, recibió la noticia el día siguiente de la batalla. Fue la primera gran victoria militar desde que asumiera la Corona, y el entusiasmo de sus súbditos fue tal que le presionaron para marchar sobre París. Pero el Rey no quiso y aquel día se ganó el calificativo de “Rey Prudente”, dejando constancia de esta victoria con la construcción del Palacio de San Lorenzo de El Escorial, con forma de parrilla, en honor al Santo del Día de esa gran victoria, que murió martirizado y quemado en una parrilla. Montmorency, al mando de las tropas francesas, fue capturado y encarcelado hasta la firma de la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559. Es probable que su desprecio por el Duque de Saboya y su ciega soberbia sobre los españoles, fuese lo que le hizo actuar con imprudencia y llevarle a la derrota, que resultó una autentica carnicería para los franceses. El 13 de julio del siguiente año, las tropas de Felipe II volvieron a vencer a las francesas en la Batalla de Gravelinas, lo que forzó al Rey francés a firmar la citada Paz de Cateau-Cambrésis. La derrota francesa y la del Papa al fin y al cabo, dio lugar a que nuestro Rey Felipe II fuera excomulgado por este.

467 años después de esta batalla se celebran los juegos olímpicos en París a unos 170 Kms al sur de la ciudad de San Quintín, y parece ser que “se ha armado la de San Quintín” con alguna actividad del programa de inauguración, en concreto una parodia que podía recordar a la famosa “Última Cena” de Leonardo Da Vinci. De repente, en los televisores de medio mundo aparece un señor con barba rubia, medio desnudo y pintado al completo de azul. Tras él, una variopinta escolta donde había de todo en esta especie de bacanal y celebración: una señora con una corona, drag queens, muchas y muy diferentes: negras, rubias con barba, con colorete, con melena pelirroja, y todo ello amenizado con un conjunto de bailarines a su alrededor.

Es evidente que si algo nos caracteriza a los Cristianos Católicos es nuestra tolerancia, pero eso no quiere decir que no nos sintamos molestos por actos tan chabacanos que nada tienen que ver con los fines de unos juegos olímpicos ni representan sus valores, en una clara falta de educación y respeto hacia los Católicos.

En una ciudad en la que se necesitan desplegar fuerzas militares en apoyo de las de orden público para garantizar la seguridad ante el terror islamista, no me imagino la que se habría liado en los barrios de mayoría islámica si la parodia hubiera sido sobre Alá y su apóstol Mahoma. París habría ardido por los cuatro costados, lo que no ocurrió ni con los nazis, y los juegos olímpicos habrían tenido que suspenderse. Hechos como esta parodia sólo demuestran la cobardía de algunos sectores culturales.

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