Manuel Peñalver

Zhong Nanshan en la CNN

La tribuna

La interrogación siempre tuvo una forma visible en El húsar en el tejado de Jean Giono. Tal como en Wuhan y en Nueva York

Zhong Nanshan en la CNN
Zhong Nanshan en la CNN

23 de mayo 2020 - 02:32

El tiempo machadiano es una filosofía que caligrafía las páginas del periodismo el cual busca la verdad frente a las hablillas de enredadores y cizañeros, que nunca leyeron los fundamentos de Bradlee. Equivocarse en la vida es una posibilidad siempre abierta en el callejón del Gato y en los espejos cóncavos y convexos de Valle-Inclán, pero con honradez y honestidad, y no con las mentiras infames de chafarderos y tarambanas. En esta serie de artículos sobre el coronavirus, hemos criticado, por igual, la ley del silencio de Xi Jenping y las acusaciones, sin pruebas, de Trump. El pueblo chino, ejemplo de lucha y de historia y, ahora, de innovación, investigación y desarrollo digital y tecnológico, merece un Gobierno que no macanee (como se dice en Uruguay). Hemos defendido, con el fin de que el rumor deje paso a la verdad bradleeana, que Pekín permita que una comisión internacional, formada por los más prestigiosos virólogos, epidemiólogos, inmunólogos y microbiólogos, acceda al Instituto de Virología de Wuhan, construido con la ayuda de Francia y con proyectos subvencionados por Estados Unidos, con la finalidad de que inspeccione el centro y emita un informe. Si ha habido errores y problemas técnicos, que los expertos los evalúen y, si no, que desaparezcan las dudas y las sospechas que revolotean sobre Wuhan y el WIV.

Hace unos días, Zhong Nanshan, asesor médico del Gobierno de Pekín en la crisis de la COVID-19, manifestó en una entrevista en la CNN: «Las autoridades omitieron detalles claves sobre la magnitud del brote inicial. A las autoridades locales no les gustaba decir la verdad en ese momento. Se mantuvieron en silencio». Médicos y exalumnos fueron los que le narraron la realidad de una situación que los dirigentes habían ocultado. Zhong Nanshan, con la lucidez mental, que conserva a sus 84 años, fue quien advirtió que el virus se transmitía de persona a persona. El alcalde de Wuhan, Zhou Xianwang, aseveró que no informaron, puesto que solo pueden hacerlo después de ser autorizados. La agencia estatal Xhinua de China comunicó que altos funcionarios, los cuales no estaban de acuerdo con esta actuación, fueron expulsados o expedientados. Uno de los casos más llamativos fue el de la directora del hospital Central de Wuhan, la médica Ai Fen, la cual dio la señal de alarma sobre el coronavirus, a finales de diciembre, en la revista del país asiático, Renwu. La entrevista fue censurada y bloqueada, según consta, por los siguientes hechos: «Esparcir rumores y dañar la estabilidad». Estas declaraciones, el burlete roto en una puerta del refrigerador, que custodia 1500 cepas de virus, y las fotografías de los descuidos en la protección en el contacto con los murciélagos son pruebas y periodismo. Leyendo a Demóstenes y Cicerón, una pregunta se hace, entonces, filípica y catilinaria: ¿Dónde está la becaria del Instituto de Virología de Wuhan, Huang Yanling, la mujer a la que diversas fuentes consideran la paciente cero?

¿Cómo ha reaccionado Estados Unidos? Con toles y sin pruebas. Uno de estos bembeteos (palabra muy usada en Cuba y en Puerto Rico, como sinónimo de chismorreo), tal fuere una inocentada maquiavélica, lo ha urdido Peter Navarro, asesor de Trump: «Los chinos, con el escudo de la Organización Mundial de Salud, ocultaron al mundo el virus y luego enviaron a cientos de miles de infectados en avión para sembrarlo». ¿Cabe más vileza y cochambre entre el estercolero y el muladar? El Ministerio de Asuntos Exteriores

de China insinuaba que el letal patógeno lo había llevado a Wuhan un soldado del ejército de Estados Unidos. Después de estas acusaciones recíprocas, solo quedan heces y boñigas, defecadas, con el síndrome de intestinos irritables, en fase diarreica aguda, antes de evacuar: colitis ulcerosa, colon, en estado crítico, con etiología infecciosa y recidivante, diversidad microbiana, ritmo interindividual, con síntomas de gran impacto, sin que exista biomarcador para el diagnóstico.

Pruebas. Búsqueda de la certeza, hasta hallarla en el retablo de Larra: allí, donde Fígaro definió la prosa lo mismo que Cervantes y Stendhal. El mundo, con la voz que fue su voz, caligrafía la metáfora de Heráclito en su perpetuo río. ¿En qué estantería están El escándalo Watergate (1974) de C. Bernstein y B. Woodward, La vida de un periodista (2000) de B. Bradlee y Los cínicos no sirven para este oficio (2002) de R. Kapuscinski? En una de nogal, de finales del siglo XVII, estilo sobrio y marcos tallados. La luna de la madrugada es, otra vez, el sol. Yo sé que alguien dirá la verdad, algún día. La interrogación siempre tuvo una forma visible en El húsar en el tejado de Jean Giono. Tal como en Wuhan y en Nueva York. Una copa de baihiu y unos cigarrillos pall mall me acompañan en la lectura.

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