Javier Ángel Soriano

La Masonería en la 2ª República

La tribuna

La masonería, una sociedad que se presenta con fines de carácter filosófico y apolítico, realmente asumió y persiguió fines políticos durante la República

La Masonería en la 2ª República
La Masonería en la 2ª República

21 de noviembre 2018 - 02:30

He tenido la oportunidad de leer recientemente el libro "Masonería y Ejército en la Segunda República (1931-1939), de Luis Lavaur, interesante por la información y referencias que aporta sobre la Masonería en ese periodo histórico y su penetración en las Fuerzas Armadas. Su autor, natural de San Sebastián, perteneció a las juventudes comunistas en Guipúzcoa, luchando en la guerra civil en el bando republicano hasta que cayó prisionero de los nacionales en los combates de la Peña Lemona (junio-julio de 1937). Acabó la guerra luchando en las filas del bando nacional, como hicieron otros muchos prisioneros vascos que decidieron pasarse voluntariamente a las filas nacionales, en un cambio de bando del que poco se ha escrito. De los datos aportados en este libro y de los referidos en el mismo, es una evidencia lo decisiva que fue la influencia de la Masonería en el periodo de la República, que llegó en abril de 1931 como llegó, de súbito y de un modo inesperado en unas elecciones municipales ganadas por los monárquicos, y no fue hasta las elecciones de junio de 1931 a Cortes Constituyentes cuando quedó definida la primera distribución de fuerzas parlamentarias republicanas, donde de un total de 470 escaños, 162 fueron ocupados por masones. El lobby masónico representó el 34,4% del nuevo poder legislativo republicano, y aunque el PSOE fue la fuerza con más Diputados (de los cuales 36 eran masones), si los hermanos Diputados de las dos Órdenes existentes en España (Grande Oriente Español y Gran Logia Española) se hubieran presentado como partido político, habría sido la primera fuerza parlamentaria, no siendo ningún secreto que la masonería dominó el Gobierno provisional que se formó tras el exilio voluntario del Rey en abril de 1931 y el primer Gobierno republicano salido de estas elecciones generales de junio.

En las segundas elecciones generales republicanas (de noviembre de 1933), de 461 escaños, 69 fueron ocupados por masones, lo que representó un 15% del Congreso. Siendo la CEDA el principal partido (sin masones entre sus Diputados), el lobby masónico hubiera representado como partido la tercera fuerza política. La disminución de masones en el Congreso en estas elecciones fue consecuencia de la pérdida de Diputados de los partidos republicanos de izquierdas y socialista, en cuyas filas militaban el mayor número de ellos. En este periodo parlamentario de debilidad de poder político masón, se pretendió prohibir a los militares pertenecer a la masonería al considerársele como una asociación de carácter político. Incluso se pretendió su ilegalización por el mismo criterio que el aplicado para expulsar a los jesuitas, ya que la masonería no deja de ser una sociedad secreta con vínculos internacionales. Pero estas proposiciones en el Congreso sólo quedaron en eso, en proposiciones.

En las terceras y últimas elecciones generales republicanas (de febrero de 1936), de 471 escaños, 78 fueron ocupados por masones, un 16,5% del Congreso, siendo el PSOE la fuerza con más Diputados (20 de ellos masones) y el lobby masónico la cuarta fuerza. El programa con el que concurrió el Frente Popular a estas elecciones fue redactado por un comité de mayoría masona encabezado por el ex Gran Maestre del Grande Oriente Español y ex Jefe de Gobierno D. Diego Martínez Barrio, siendo tal la influencia ejercida que D. Alejandro Lerroux llegó a calificar al Frente Popular como una coalición de creación masónica.

Durante la guerra, la masonería desplegó todos sus recursos para recabar de las logias extranjeras el apoyo solidario al Frente Popular, pero tanto para "The United Grand Lodge of England" como para el "Supremo Consejo del grado 33" estadounidense, fue más pragmático colaborar con sus Gobiernos, pesando más en la mayoría de sus logias el anticomunismo que el anticatolicismo.

La masonería, una sociedad que se presenta con fines de carácter filosófico y apolítico, realmente asumió y persiguió fines políticos durante la República, funcionando envuelta en el secreto como un partido político más, de carácter antimonárquico y anticatólico. De los nueve jefes de gobierno republicanos hasta el inicio de la guerra, siete fueron masones.

Hay capítulos en nuestra historia que, posiblemente por no ser políticamente correctos, no son tratados abiertamente y en profundidad, como debería serlo el de la influencia y responsabilidad de la masonería en la 2ª República, asentada como estuvo de modo ostensible y efectivo en la cima del poder político.

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