Editorial
Una legislatura fallida
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La tragedia de Valencia ha provocado también un auténtico lodazal informativo en el que los bulos, la desinformación y la mentira han campado por donde han querido. Una vez más han sido las redes sociales y pretendidos medios de comunicación que no merecen ese nombre los que han aventado las falsedades buscando confundir aún más a una opinión pública en estado de shock para conseguir fines inconfesables. Y una vez más han sido los medios comprometidos con el periodismo riguroso los que han puesto las cosas en su sitio y han ayudado con informaciones contrastadas y solventes a que la verdad se abra paso en medio de tanta manipulación. Cada vez es más evidente la necesidad de que existan medios comprometidos con su audiencia desde los principios del periodismo honesto. Las redes sociales son desde hace ya mucho tiempo el instrumento que utilizan los propagadores de desinformación que buscan el extremismo político o la gloria efímera de los retuits y los like. Pero en circunstancias extremas, como las ocurridas durante la DANA, el fenómeno adquiere caracteres de auténtico problema social. Baste citar para conocer la dimensión del problema la psicosis que se creó en torno a la presencia, que la realidad desmintió tajantemente, de decenas de cadáveres en el aparcamiento de un centro comercial afectado por la riada. Estos hechos demuestran que el periodismo ejercido con las reglas del oficio es, al margen de cualquier otra consideración, un servicio a la colectividad. La independencia y el servicio a la verdad contribuyen a hacer una sociedad capaz de tomar conciencia de sus problemas y defenderse de los abusos y la manipulación.
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