Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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Más allá de las acertadas reflexiones que Felipe VI ha dejado en su mensaje de Nochebuena de este 2024, el discurso del Rey da buena cuenta de su evolución personal como monarca y del ciclo virtuoso en el que la Casa Real ha entrado desde hace algunos años. La elección de los temas da buena prueba de ello, pues los asuntos sobre los que trató están en la mesa de los españoles: la crispación política, la inmigración y, en especial, la carestía de la vivienda, además de lo que resultaba previsible, los efectos de la riada en Valencia. Las tres visitas que los Reyes han realizado a los municipios afectados y, sobre todo, la primera de Paiporta han forjado al Rey como un dirigente empático, con sentido común, que es capaz de entender y aceptar el malestar de unos pueblos que han sufrido una tragedia y que exigen a los poderes públicos que actúen como tales, además de con responsabilidad. Se trata de la búsqueda del “bien público” como objetivo supremo que nos debería unir a todos. El Rey que habló sobre la crispación política fue un hombre de Estado que señala la causa de la grieta que, desde el poder político, se está proyectando en España. La contienda política es “legítima”, como se encargó de subrayar, pero su ruido “atronador” no puede silenciar lo que es una demanda general de serenidad. Es decir, lo que Felipe VI viene a subrayar es que el ruido político es justo lo contrario de lo que la sociedad española está demandando, que los actores políticos van en sentido contrario a lo que el país está reclamando, calma para atender a problemas tan terrenales como la carestía de la vivienda y a fenómenos tan poderosos como la inmigración. Que el diálogo “se protege” dialogando resultaría una obviedad de no ser por la discordia que se ha asentado entre la clase política como estrategia. El día después comprobaremos si los principales aludidos han entendido el mensaje. Los demás, sí.
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