Una buena noticia con dos enseñanzas

Editorial

La rectificación de Donald Trump en la absurda y alocada guerra comercial que había decidido emprender contra el resto del mundo es una buena noticia. Así lo reflejaron ayer las bolsas internacionales, que acogieron el giro dado por Washington con fuertes subidas, mientras en los gobiernos de los principales países se empezaba a respirar con más sosiego. Se abre una tregua de tres meses en la que Trump no tendrá más remedio que tener en cuenta lo que ha pasado en las últimas semanas: se ha creado tal caos financiero y las perspectivas para su propio país eran tan malas, sobre todo en el mercado de bonos y deuda, que no ha tenido más remedio que echar el freno. O le han obligado a pisarlo, que eso sería otra cuestión. Pero este episodio deja dos enseñanzas que hablan claro de cómo es el mundo que ha configurado el errático inquilino de la Casa Blanca desde que llegó al poder hace menos de cien días y de lo que cabe esperar de él. La primera constatación es que los delicados equilibrios políticos y financieros que han permitido que el planeta tuviera un mínimo de estabilidad están en manos de una personalidad histriónica, populista y extremista, incapaz de medir el alcance de sus decisiones y al que le da lo mismo decir una cosa y la contraria. Se trata de un presidente que ha emprendido una deriva autoritaria y que está tratando de socavar el sistema de contrapoderes que ha hecho funcionar a la democracia estadounidense. La segunda, si cabe aún más preocupante, es que Trump ya ha situado en el tablero al que va a ser su principal enemigo sistémico en los próximos años. China ha sido excluida de la suspensión temporal de aranceles y ello envía un mensaje claro para el futuro que no invita al optimismo. El pulso entre Estados Unidos y China por la hegemonía mundial se va a traducir, ya a corto plazo, en una inestabilidad cargada de riesgos.

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