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Dentro de ese espíritu de conformación de un andalucismo moderado, de tono melifluo y sin estridencias que el presidente de la Junta, Juanma Moreno, ha convertido en uno de los ejes de su mayoría absoluta, desde 2022 se celebra en Andalucía el 4 de diciembre el que se ha denominado Día de la Bandera. La fecha conmemora las manifestaciones que tuvieron lugar en toda la región ese día de 1977 en demanda de una autonomía equiparable a la que ya entonces se perfilaba para Cataluña, el País Vasco y Galicia y cuando lo previsto para Andalucía era un autogobierno de rango muy inferior. Más de dos millones de personas, según los triunfalistas datos que se ofrecieron entonces, salieron a la calle para exteriorizar un sentimiento de agravio: una vez más se primaba a las regiones más ricas y se condenaba a las más pobres a seguir en el subdesarrollo y la marginación. Ese fue el espíritu de las marchas que, cinco meses después de las primeras elecciones democráticas y en los inicios de la Transición, pusieron en jaque al Gobierno de Adolfo Suárez y obligaron al PSOE a replantearse la cuestión andaluza desde una óptica nueva que lo llevaría a gobernar la región durante más de tres décadas. Con el tiempo, el 4 de diciembre fue pasando al olvido porque los socialistas decidieron convertir la del referéndum de 1980 en la fecha fundacional de la autonomía andaluza. El 28 de febrero se consagró como Día de Andalucía en una maniobra que simbolizó la domesticación del sentimiento andalucista y la pérdida de su pulsión reivindicativa. Desde este punto de vista hay que aplaudir la recuperación del 4 de Diciembre como hito fundamental de la construcción autonómica. Aunque no se puede ignorar el carácter descafeinado de la celebración si se compara con las banderas que se levantaron hace casi medio siglo y que, por cierto, continúan plenamente vigentes.
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