Zuloaga, pintor español

08 de agosto 2024 - 03:07

Ignacio Zuloaga es el gran pintor español de la primera mitad del siglo XX. Su inevitable comparación con Sorolla, ya desde su época, fue un debate un tanto absurdo; primero porque el valenciano se inició antes, era una década mayor, y segundo porque tuvieron pretensiones expresivas diferentes y ambas necesarias en el resurgir de la gran escuela pictórica española. Desde sus comienzos, Zuloaga encontró los aplausos en el extranjero antes que en su patria. Especialmente Francia le saludó y consagró como uno de los grandes creadores de su tiempo desde los últimos años del XIX y los primeros del XX. La crítica gala más exigente, desde el principio, vio en él un auténtico resurgir de lo mejor y más destilado de la gran pintura española de antaño. Se le calificó de artista muy original, con un lenguaje muy personal que, de alguna manera, fundía y acrisolaba las esencias de Velázquez, el Greco y Goya en una propuesta plástica moderna y arrolladora. Estas críticas favorables, qué duda cabe, reafirmaron a un artista como Zuloaga, dotado desde el principio de una férrea voluntad de estilo y una implacable determinación por convertirse en un enérgico y esencial pintor “español”. Su posicionamiento estético, que repetía con insistencia, basado en la búsqueda de la fuerza y el carácter, su obsesión a partir de un determinado momento de representar sólo a personajes y paisajes netamente españoles, vinculados sobre todo al mundo rural, y su técnica de colocar la pasta pictórica sujeta a un dibujo preciso y con cierta dicción deformante, le consagraron primero en Europa y después fue recibido con los brazos abiertos por toda la familia noventayochista española. Zuloaga triunfó con un arte ferozmente español, ante su pléyade de amigos postimpresionistas, tan alejados de su mundo plástico. Hace unos meses, visitando la pequeña exposición del Prado donde se exhibían un grupo de obras de la Frick Collection de Nueva York, todas de Velázquez, Goya y el Greco, apenas una docena pero tan magistrales que definían lo más grande de la escuela española, comprendí la verdadera importancia de Sorolla y Zuloaga en el contexto de su época; especialmente de éste último, siendo capaz de auparse casi a la altura de sus tres grandes predecesores y escribir brillantemente un nuevo capítulo de la gran escuela española. Y por extensión, comprendí también el porqué de la escasa simpatía que el nacionalismo vasco ha sentido por Zuloaga; siempre fue un pintor español, un gran pintor “español”.

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