Opinión
Una doble alegría
A la luz del día
En cuestión de indumentaria, socorrida es la paremia, en sus muchas veces contradictorias sentencias, para considerar que el hábito hace al monje. Esto es, vestida una persona, parece adquirir una condición no influida por las menos visibles maneras de su ser, de su naturaleza o carácter. La ropa, así como los complementos con que se adorna el porte, tienen asimismo, o por lo antedicho, un efecto simbólico que puede llevar a la imitación. Sobre todo, si en ello influyen las lealtades militantes, de manera que hasta las prendas de vestir no se libran de los perjuicios del sectarismo. Pueden señalarse, a modo de ejemplo, las chaquetas de pana, los jerséis de cuello vuelto, los fulares llamativos o los acolchados chalecos a los que se ha llegado a poner el calificativo de “fachalecos”. También importa, en estos asuntos de armario -de la ropa, no del escondite o la reserva-, saber qué “hábito”, casi qué “uniforme”, procede, o conviene, según los actos a que se acude o que se protagonizan. El “sincorbatismo”, por ello, es acomodadizo, pues la corbata se anuda o se abandona según la formalidad que quiera atribuirse al encuentro, e incluso ante la orientación “ideológica” que pueda derivar -prejuicios mediante- del vestirse y adornarse. No hay que olvidar, por otra parte, las circunstancias connotadas con el cambio de chaqueta, práctica indumentaria que tiene poco que ver con el fondo de armario, ya que representa los coyunturales cambios de posición para procurar los beneficios del interés -téngase siempre en cuenta la necesidad de no confundir el interés público con el personal-.Dicho esto, Zelenski se pone la chaqueta, aunque no la cambie. Incluso se la pone sin llevarla, pues la metáfora ayuda a comprender su reacción ante el peculiar -por decirlo sin énfasis- encuentro con el encorbatado presidente norteamericano y su más cercano equipo de gobierno, además de periodistas de distinta naturaleza y condición. Ciertamente, razones de protocolo, y también de representación, obligan a cuidar la vestimenta en las visitas y comparecencias públicas, si bien razones de peso asisten al presidente de Ucrania para no quitarse el “uniforme” -este más real que figurado- hasta que termine la guerra frente a Rusia. Pero Zelenski, sabedor de que Europa, por muchos apoyos que diga ofrecer, no evitará un desenlace fatal, se pone la chaqueta figurada para avenirse con Trump y buscar la mejor salida menos mala.
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