Opinión
Una doble alegría
Sobre mí flota la sensación de que todo lo que me quedaba por vivir ahora lo estoy viviendo. En un mundo tan errático nada puede sorprender que un gañán convierta la cultura y la educación en basura, las redes sociales y los medios de comunicación en basura, el derecho, el orden internacional y la justicia en basura, su patria en basura, el racismo y la xenofobia en basura, el machismo, las leyes trans o la diplomacia en basuras. No hemos hecho más que empezar a vivir en un inmenso y hermoso secarral de basura de la mano de un presidente que segrega basura. Era tan solo ayer que me sentía una burbuja cargada de entusiasmo; adoraba cuanto me rodeaba con la fe de los creyentes; vivía con el arrojo que desprendía la adolescencia para después morir tiernamente; era mi mundo una constelación de animales sigilosos chorreado de confianza, empapado de historias benignas debajo de mi cama alimentado mis sueños; nada era grave y el mundo me parecía una pradera repleta de optimismo; me rendía cada día ante el mandato de quienes nos dirigían sin percibir que los valores que sustentaban el orden moral de un mundo libre se estaban desmoronando, instalado en el mercado del reaseguramiento en el que me prometían vivir seguro, sin saber que vivir es una invención arrancada del terror, como escribió la filósofa Anne Dufurmantelle. Hasta que la basura irrumpió con su imagen siniestra, sin la potencia de la metáfora, en medio de una prosa zafia sin razonamiento discursivo como si saliera de una catástrofe aérea, y aprendí jadeando el significado de la palabra basura, de la fragilidad de mi convivencia convertida en basura, del vivir a la intemperie, del profundo malestar que genera no sentirse inmunizado en un mundo democrático ahora tocado por la basura de la que cada día me repongo como un buen gladiador.
La historia ahora reseteada es la vuelta al mundo de la América profunda de Trump y Miley, de la Europa profunda de Orbán y Putin y la España profunda de Abascal. No es ignorancia sino una concepción nueva del mundo que transforma en triunfo repulsivo a las víctimas en victimarios. Un relato siniestro se esparce por la prensa y redes del mundo, envuelto de una basura insoportable que a cada hora anuncia el último hedor cargado de insultos, odio, insidia, desprecio, terror y exabruptos. Pero yo cada noche la reciclo en la oscuridad de habitación. Pero yo, a la mañana siguiente, reseateado de la basura destilada desde el bajo vientre del monstruo que ahora anida bajo mi cama, me levanto y la arrojo a ese estercolero que tanto placer proporciona a las hienas, para que se pudra en su mundo profundo, maloliente y cruel. Bienvenidos a la basura. Welcome to the trash.
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