Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Massiel me caía bien y de ella mis mejores recuerdos no son precisamente ni el “La, la, la” ni el Premio de Eurovisión. En aquella época, mis inquietudes eran otras. Pero la recuerdo con afecto pues siempre me ha gustado su carácter y su fuerza como cantante y como mujer. Era el despertar a otros tiempos, que ya se barruntaban.
La nombro porque su biografía, como consecuencia de la historia del Festival de Eurovisión de 1968, con la “despedida” de Serrat y su sustitución por Massiel que lo ganó, es una anécdota que siempre unirá a los dos artistas.
Pero centrándome en Serrat, del que me confieso una vez más, seguidor desde 1967, en que me trajeron los Reyes Magos mi primer tocadiscos, me ha proporcionado un rato de ¿alegría aunque haya hablado de cuestiones serias?, pues sí. Se puede hacer y se puede conseguir, pero además, si eres capaz de hacerlo, debes hacerlo.
La alegría no tiene que venir del contenido de las palabras, sino de lo que significan ellas en ese momento, en ese todo. Y las palabras de Serrat me han sonado “a música de Serrat”. Me han sonado coherentes con su trayectoria profesional.
De las mismas, solamente me atrevo a decir que en este mundo de lo inmediato, de lo breve, de los escritos que solamente se merecen un “vistazo en diagonal”, las pronunciadas por Serrat son de las que se merecen leerlas con lápiz bicolor azul y rojo. Azul para los epígrades y rojo para las frases importantes pues, cosa rara hoy día, contiene muchas.
De entre lo dicho por mi ídolo Serrat, entresaco: “Soy un hombre partidario de la vida. Prefiero los caminos a las fronteras, la razón a la fuerza y el instinto a la urbanidad. Soy un animal social y racional que necesita del hombre mas allá de la tribu. Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno y el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son.”
De las frases anteriores, solamente se me ocurre calificarlas como un “PRONTUARIO DE BUENAS MANERAS PARA EL USO DE LA LIBERTAD Y LA RAZÓN” que se merece un “Blanco Macael” pues harían un conjunto maravilloso para la vista y el espíritu en este puñetero y “jodido” mundo de lo inmediato, las prisas, las frases vacías y, lo más importante, el exceso de verborrea y la carencia de ideas y de amor por la Libertad.
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