Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Representación taurina
Comenzó ayer, a mediados de agosto, la Liga de fútbol, casi como anticipo del final de las vacaciones y del inicio del nuevo curso, que no es solo escolar, ante la reanudación de los trabajos y faenas, si es que se ha podido interrumpirlos, por vacaciones, o se contaba con ellos como para poder disfrutarlas. Antropólogos y sociólogos, los unos ocupados del ser humano, en sus aspectos biológicos, culturales y sociales, y los otros de la estructura y el funcionamiento de las sociedades humanas, pueden decir no poco del interés del fútbol, más bien de la afición futbolística, como materia de estudio. Pues muchos comportamientos humanos, no solo manifestados en las gradas de los estadios de fútbol, encuentran en ese lugar una expresión genuina, incluso muchas veces desinhibida, de reacciones, desahogos o expansiones de sentimientos y estados de ánimo por parte de quienes, de ordinario, no los exteriorizan. Acaso, por eso, los psicólogos pueden acompañar a antropólogos y sociólogos en el estudio de las conductas que los fervientes futboleros manifiestan ante el incitante estímulo de un partido de fútbol del equipo de su devoción más fervorosa. Rasgos identitarios también tiene el fútbol, no solo por la deriva de los equipos de fútbol que parecen ser más que un club, sino por la ontológica categoría de ser del equipo en cuestión. En esto último, también se advierten linajes familiares en los que la afición pasa de los progenitores o los descendientes, tras compartir muchos protocolos y ceremonias cada vez que se acude a un partido de la Liga, si bien vástagos hay que salen rana y defraudan a los progenitores con honda desazón. Bien está la rivalidad en los grupos de amistad, en las tertulias socarronas tras los encuentros del fin de semana, pero tener que reprimirse ante los vástagos del equipo rival la satisfacción por la derrota del contrario ha de ser un ejercicio de abnegada contención. Quedaría, asimismo, la referencia al fútbol como distractor social, el “panem et circenses”, del poeta latino Juvenal, allá por el siglo I a. C., ya que el clientelismo es intemporal y los antiguos romanos se ganaban el voto de la plebe regalando comida barata y entretenimiento, de forma que se aminorara el sentido crítico o la involucración ciudadana en la mejor expresión de la política. En fin, que el fútbol ha vuelto para animar un nuevo curso no precisamente quieto.
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