Vía Augusta
Alberto Grimaldi
‘Informe caritas’
La leja
He empezado estos días a leer la reciente encíclica del Papa Francisco, “Dilexit Nos”, donde se explora el significado del corazón como símbolo del amor y, no he podido desvincular esta lectura con los últimos acontecimientos marcados por el sufrimiento de la catástrofe DANA en Valencia. A día de hoy, con más de 219 muertos y numerosos desaparecidos, la devastación causada por la gota fría ha dejado a muchas familias sin sus seres queridos, sin futuro, ni pasado y la pérdida y el dolor se siente profundamente en la comunidad valenciana y en muchos de nosotros. La DANA no solo ha arrasado infraestructuras, sino que ha destruido ilusiones y proyectos de vida, dejando un vacío que será difícil de llenar.
En medio de esta tragedia, la respuesta política está siendo objeto de intensos debates. El argumento actual se centra en las responsabilidades de los diferentes niveles de gobierno y en la conveniencia o no de declarar un estado de emergencia u otro. Algunos critican la falta de previsión y la gestión de las alertas meteorológicas, mientras que otros defienden que las circunstancias fueron imprevisibles. Al final, este tira y afloja deja al descubierto la reacción del ser humano ante una desgracia de tal magnitud. No solo refleja la tensión política, sino la grandiosa desesperación de una población que busca respuestas y soluciones rápidas. Curiosamente uno de los párrafos de la encíclica dice así: (…) Como metáfora: «Para carnaval, cuando éramos niños, la abuela nos hacía galletas, y era una masa muy liviana, liviana, era liviana esa masa que hacía. Luego la ponía en el aceite y la masa se inflaba, se inflaba, y cuando la comíamos estaba hueca. Esas galletas en el dialecto se llamaban “mentiras”. Y era precisamente la abuela quien nos explicaba la razón de ello: “estas galletas son como las mentiras, parecen grandes, pero no tienen nada dentro, no hay nada verdadero allí; no hay nada de sustancia” (…)
En la lectura de la cuarta carta solemne se nos invita a volver al corazón, el lugar donde reside el centro de lo que realmente somos, ese lugar donde nos habla de nosotros mismos, de nuestros deseos, ese lugar que encierra todos nuestros secretos. Volver al corazón como antídoto es lo mismo que luchar por no perder el centro de uno mismo, por no desaprovechar lo que somos, por no desperdiciar aquello que muchos, se empeñan en que extraviemos. Probablemente, esa cantidad de gente, jóvenes y mayores han oído la llamada de su corazón y la han seguido. Son la esperanza a un mundo mejor, son la esperanza y el ánimo del cambio que necesitamos. Son “esas galletas que llevan mucho dentro”. Son el espejo donde quizás, nuestra clase política, que nos representa, tenga que detenerse, mirar, reflexionar y actuar desde el corazón, y no desde la mentira.
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