A Vuelapluma
Ignacio Flores
Los míticos 451º F
Las grandes fiestas hay que prepararlas bien. Eso es lo que estoy haciendo con la Navidad. Además de interiormente, leyendo y haciendo oración con la narración de los evangelios, escucho villancicos, repaso cuentos de navidad o los artículos de la prensa y de revistas que hablan de la Navidad. Las calles iluminadas, los belenes, los escaparates, los anuncios navideños, etc. todo me recuerda la cercanía de esta gran fiesta universal que conmemora el nacimiento del Niño Dios.
¿Cómo vivirás la Navidad? Esta pregunta se la he hecho a varios amigos y conocidos. Sus respuestas tratan de muchos temas: la ilusión, el belén, los adornos, las luces, la alegría el cariño, la felicidad, las reuniones familiares, los regalos, etc. La mayoría me cuentan los recuerdos de su infancia y cómo disfrutaban de estos dias festivos. Repasando sus respuestas, he recordado también cómo yo la vivía junto a mis padres y hermanos. Esta continua referencia a la infancia me lleva a pensar que la mejor manera de vivir estos dias de fiesta es imitar a los niños.
Mis recuerdos se agolpan en mi memoria. Me emociono a recordar cómo mi padre nos hacía un belén enorme que ocupaba todo el frente de una habitación, la misa del gallo y sobre todo, los villancicos andaluces que sonaban de modo continuo esos dias y que todos mis hermanos nos sabíamos de memoria. Vivíamos felices sin preocupaciones. Son sentimientos y conductas que los niños siguen teniendo.
Cada año cuando llega la Navidad y contemplo la alegria y los deseos de felicidad y de paz que nos trasmitimos, pienso que para disfrutar de estos dias con la misma ilusión de cuando éramos pequeños deberíamos “hacernos como niños”. La importancia de hacerse como niños se recoge en los evangelios: “si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Para hacernos como niños hemos de sacar de nuestro interior el niño que todos llevamos dentro. Así podemos recuperar la inocencia, la sencillez, la ilusión, la capacidad de asombro, la humildad, la ternura, el deseo de olvidar las diferencias y centrarnos en lo que une, (…).
La sencillez de los niños nos lleva a levantarnos, si caemos, una y otra vez, sin temor al ridículo o al qué dirán, a no cansarnos de pedir perdón, y de recordar solo las cosas buenas y positivas. Por eso mi felicitación este año consiste en desearte una Feliz Navidad junto a tus seres queridos, para que todos seamos sembradores de paz y alegria, tratando de ver todo con “ojos de niños”.
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