A Vuelapluma
Ignacio Flores
Los míticos 451º F
Se publican estos días las escandalosas denuncias de Aldama contra un gobierno cleptocrático, cuando aún colea la detención del jefe de la UDEF por colaborar con los narcos a quienes, en vez de perseguir, protegía a cambio de decenas de millones de euros, algunos emparedados en su casa. Lo positivo es que tales escandaleras las propiciaron sendos informes policiales al investigar sobre el tráfico ya clientelar político ya de cocaína. Y que tampoco sean casos aislados ni los únicos escándalos que acaparan unos medios de comunicación que parecen disfrutar, y eso está bien, delatando nuevos desmanes del poder, financiero o burocrático de todos los colores, a cuál más escandaloso, que menudean tan campantes por todo tipo de instituciones administrativas, sindicalistas o empresariales y que cuesta asimilar como algo normal, aunque cada día causen menos impacto, tan curtidos o intoxicados estamos entre tanto abuso y atropello legal como soportamos. Y de alguna forma, tanto exceso, tanta demasía del choriceo rampante me permite traer a colación aquella crítica que se hacía desde la Bruselas de los años setenta, entonces la CEE, sobre la supuesta integridad institucional del régimen franquista cuando presumía de la ejemplaridad de sus Administraciones porque apenas existían casos abiertos a funcionarios que usaran su posición para prevaricar, traficar con influencias o desatender su obligada imparcialidad. Y extrañaba en Bruselas tanta ausencia de corruptelas en las Administraciones hispanas porque claro, decían, si el humano es débil y toda institución es corruptible, lo único que puede explicar la ausencia de denuncias y expedientes sobre indecencias acaso no fuera tanto una inverosímil santidad del funcionariado franquista, como la ausencia total de mecanismos de supervisión eficaces sobre su labor. La lógica ya parecía entonces, y sigue siendo hoy, impecable. Porque pecadores, “de la pradera” o de las burocracias, los hubo y los habrá siempre. Ahí están los Gürtel, los Eres, los Pujoles y tantas otras fechorías conocidas y por conocer. Pero lo que no existió siempre, son los mecanismos de alerta, de autocorrección del sistema y de condena de quienes delincan. Por eso no creo que se den hoy más casos que antes, sino que cada vez se fiscaliza más y mejor. Una evidencia que justifica ese ¡vivan los escándalos!, con el que les invitaba a compartir esta reflexión: porque ayudan a sanarnos.
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