Víspera de difuntos

Reflejos

30 de octubre 2024 - 03:08

La historia de fantasmas y aparecidos hunde sus raíces en la tradición de todas las culturas. En el mundo clásico encontramos numerosos relatos sobre apariciones espectrales, caso de Numenio de Apamea, como también Plutarco, en su obra “Farsalia”, o Apuleyo, en el “Asno de Oro”, quienes distinguieron en estas presencias fantasmales a espíritus benefactores, ángeles, o malignos, daimones.

Otros autores del clasicismo, que relatan encuentros con espíritus de difuntos, son Homero, en la “Odisea”, Luciano de Samosata en “La Casa Encantada”, “La Amante fantasma” de Proclo, o “La lamia de Corinto” de Filóstrato.

Plutarco, como posteriormente Tertuliano, diferenciaban distintos tipos de entes aparecidos, siendo unos los espectros, otros los fantasmas. Además, Plutarco hablaba de “sombras”. Incluso ambos ponen en duda que procedan del inframundo de los difuntos, sino que pueden ser espíritus malignos o elaboraciones ficticias de la mente.

Los fantasmas que se aparecen son casi todos daimones, pudiendo hacerlo en cualquier época o momento del día, pero la mayoría de las narraciones, sobre su presencia en este mundo, coinciden que lo hacen en las horas de la madrugada más oscura, siendo la época del año más propicia las semanas finales de octubre y primeras de noviembre. La noche de Difuntos es el momento, según la tradición, más álgido para su retorno a este mundo. Aunque para los romanos, como los germanos, otra época propicia era la noche del treinta de abril, así como todo el mes de mayo.

En la Antigüedad, los difuntos aparecidos necesitaban una libación de sangre para poder hacerse presentes. Homero lo recoge en “La Odisea”, cuando Ulises desciende al Hades, y Tiresias conversa con la madre del héroe de Ítaca. Es frecuente la aparición de espectros, sombras o fantasmas en los campos de batalla, o épocas violentas. Más que sangre absorben energía vital, fuerza anímica de los vivos, dejando a éstos sumidos en la enfermedad. Los espíritus, como los dioses, exigen sangre o sacrificios, para hacerse presentes.

Aristóteles decía que el alma está constituida por una parte vegetativa, otra animal, y la parte superior, inmortal y divina, llamada “nous”. Es por lo que podría distinguirse la sombra como impregnación, y apariencia informe, sin inteligencia; los espectros, con figura definida, reflejo del alma animal, sin memoria y consciencia existencial, que repiten conductas de forma mecánica, sin interaccionar con el entorno; y los fantasmas, nous perdidos entre las dos realidades, que interaccionan, afectando de forma intencionada a los vivos.

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