Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
El balcón
Consciente de que el poder desgasta a quien no lo tiene, Juan Manuel Moreno se paseó sobrado de facultades por el debate sobre el Estado de la Comunidad. Cada vez se parece más a Susana Díaz. Llama a su puesta en escena la vía andaluza. Sostiene no es un producto de márquetin, sino de “diálogo sincero, moderación y defensa del interés general de Andalucía”. El debate mostró en ocasiones lo contrario. Por ejemplo, en el trato al PSOE. El presidente primero dice que el PSOE es parte esencial de la historia de Andalucía y después su portavoz les suelta que deberían pedir perdón cada mañana, por formar parte del socialismo andaluz. Moderación y desenfreno en estéreo.
Subido en el pedestal de un nacionalismo emocional con el que quiere consolidar el nuevo régimen, el novicio dio clases de andalucismo. Exigió a los demás unidad para reivindicar lo que Andalucía necesita y merece, no como pedigüeños. A Espadas le preguntó varias veces dónde está. Habría que preguntarle a él dónde estaba cuando Aznar le escamoteó a Andalucía 4.000 millones de fondos estructurales que le correspondían en la Agenda 2000. Dónde estaba cuando en 2001 Aznar dedicó la mitad del Fondo de Cohesión de la UE a Cataluña y a Andalucía el 6,2%.
Tiene razón de la mala financiación pactada por Zapatero con Carod Rovira. Pero cuando caducó ese sistema, estaba Rajoy en el poder. ¿Por qué no lo cambió?, le espetó Gavira con buen criterio. ¿Dónde estaba Moreno entonces? Ahora el PP reivindica el tren de la Costa del Sol y culpa a Pedro Sánchez de no hacerlo. Pero el Partido Popular ha gobernado España la mitad de los últimos 30 años. Qué hicieron Aznar o Rajoy en la materia. ¿Qué hizo Rajoy por la modernización del tren Algeciras-Antequera? El sobrevenido andalucismo de ficción oculta hechos.
Con el turismo, igual. El presidente lo define como una industria importante. Su misión es proteger los recursos turísticos: patrimonio, medio ambiente, paisaje, urbanismo razonable y vecinos con arraigo, calles y playas limpias, control de la masificación... En vez de defender el interés general, Moreno ampara productos turísticos que sacan beneficios de recursos públicos que se agotan. Turismofobia, acusa Moreno. Vecionofobia le contestó José Ignacio García. García le reconvino la soberbia de pretender “Andalucía soy yo”. Juanma lo negó, simulando sorpresa. Pero creó un escudo personal, sin decreto; hizo una toma de posesión imperial en San Telmo y celebra el Día de la Bandera en sede presidencial, en vez de donde debe, en el Parlamento. Si no es Luis XIV, puede ser Francisco José I o el duque de Montpensier.
Y como colofón, la propaganda. Inmaculada Nieto redujo la acción de Juan Manuel Moreno a tres pilares: una televisión pública maniatada, un gabinete de comunicación publicitario y un servicio informático al que echar las culpas de lo que falla. El presidente piensa, como Maquiavelo, que la gente se deja cautivar siempre por la apariencia y el éxito. Y le funciona.
También te puede interesar
Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Comunicación (Im)pertinente
Papá Noel robotizado
Sin complejos
La mentira histórica
Equipo Alfredo
Urbanismo doloso