Rafael Leopoldo Aguilera

La verdad no deseada

Y qué pasa ahora, entre otras cuestiones a pie de calle, con el desempleo, el paro, los bajos salarios o la precariedad laboral

27 de julio 2018 - 02:30

El pasado martes salió a relucir en varias ocasiones desde la solemnidad del estrado en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo de la capital del Reino de España, el tema de la Memoria Histórica, el Valle de los Caídos y el dictador Franco. Al día de la fecha, existe documentación fehaciente, notoria y pública suficiente para analizar y contabilizar víctimas de un lado y otro, en la gran mayoría de los casos con el cómo, dónde y cuándo. En todo caso, de nada sirve la historia de los fracasos de España si no se extraen lecciones con la finalidad de seguir progresando en la libertad y en el Estado del Bienestar Social. Pero por el futuro de nuestros hijos y nietos es imprescindible mirar hacia delante y no excusarse en los muertos de hace 80 años para romper la armonía de la Transición política, máxime cuando se pretende pasar página del reciente terrorismo secesionista vasco, el "Grapo", el "Frap" y el "Gal", atacándose a la Monarquía como Jefatura del Estado, buscando romper la Constitución con la situación de rebeldía institucional catalana y pretendiendo algunos partidos nacionales e independentistas llegar a una dictadura como la bolivariana, castrista, sandinista, norcoreana y otras muchas dirigidas por el despotismo y el nepotismo, sin el más mínimo talante y talento democrático y social. ¿Y qué pasa ahora, entre otras cuestiones a pie de calle, con el desempleo, el paro, los bajos salarios, la precariedad en los trabajos, las bajas pensiones, la elevada deuda pública, la extenuada y deficiente sanidad pública, la falta de centros para mayores, la ineficaz dependencia, la inoperante enseñanza del español, la subida de impuestos, la inseguridad ciudadana, etc.?

En la España que vivimos ya hay que hablar con la firmeza de la verdad, de la familia, de la dignidad de la personas, de la libertad de enseñanza, de la transmisión de la vida, de los salarios injustos, de la organización territorial, de la Unión Europea. Hay que ser sinceros de corazón y enfrentarse con la verdad. No es prudente callar ante la osadía con la que se está agrediendo a España, sus símbolos, su cultura, su unidad y a sus ciudadanos en diversas partes del territorio.

En fin, a nuestra política nacional habría que aplicarle el aforismo de Groucho Marx: estos son mis principios, pero si no les gusta, tengo otros. Y ya que hablamos de principios: ¿Las elecciones generales, para cuándo?

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