Vega Cerezo, los primeros fríos

Después de unos años en silencio, tras la publicación de La Sirena dormida y Yo soy un país, Vega Cerezo nos sorprende con su último libro de poemas Los primeros fríos, de la Editorial Páramo. Un poemario que, como indica su editorial, se presenta como un libro de canciones, que se conforma como una especie de banda sonora que relata parte de una biografía, dando paso a una realidad sensorial, que se enhebra en nuestro cuerpo de la misma forma en la que lo hacen las canciones.

Vega Cerezo aborda en Los Primeros fríos una estación personal donde se adentra en la infancia, la velada patria desde la que se edifica nuestra más íntima heredad. Así, la poeta nos persuade para sentir un estadio superior de conciencia donde el lector no tiene la certeza si es de la infancia de lo que habla realmente -que lo hace con un lenguaje sutil y delicado-, o del deseo de la infancia y de su juego. La autora es consciente del verdadero valor desde el que residimos los seres humanos y nos hace comparecer, a través de sus versos, ante nuestra niña o niño interior, así como de su devenir. Quizás, por eso en cada una de sus líneas ese recuerdo palpitante se muestra en todo su esplendor como el deseo de una nada, que a su vez alcanza una luz ulterior que se torna en un páramo raso donde descansar después de la tormenta. Se transforma en ese ansiado desierto que arrastramos entre los párpados, colmados y vigorosos de su fulgor.

Un tono de nostalgia sacude las habitaciones interiores de la poeta que nos invita a descubrir la pulsión febril en su estado más puro, donde se desborda un deseo no domesticado, aún no domado, que sigue marcando los pasos sobre los tejados degollados de la noche, como un náufrago agitado en la inmensidad del mar, que acierta y se reconoce como una simple gota que retorna al lugar desde donde partió.

A través de sus poemas, Vega Cerezo no sólo afronta el dolor, el sufrimiento o los momentos de caída de la infancia, sino también la posibilidad de la existencia de un nivel intermedio, no del todo adulto ni tampoco del todo infante, donde subyace aún el amor, convidándonos a descubrir las claves de un lenguaje primigenio, de un paraíso perdido que vuelve desde las postrimerías para alumbrar un presente que necesita reconstruirse, a pesar del paso del tiempo y en amor a la verdad.